En Fundación Plades es habitual recibir el llamado de personas de otras regiones para prospectar la posibilidad de radicarse en la zona. Dado que casi la mitad de la población de Chile vive en Santiago, el lector se puede imaginar de dónde proviene la mayoría de los llamados. Hace poco los capitalinos preguntaban; ¿oye, pero dime la verdad... llueve mucho allá? Hoy la pregunta es, ¿aún tienen lluvia?
Ya no es sólo el/la típica santiaguina que sueña con vivir en el lugar de sus vacaciones (¡sé de qué hablo... fui uno alguna vez!). Hoy se trata de chilenas/os que ven una sequía que llegó para quedarse (cambio climático) y que están superados por la contaminación y el atochamiento. Al parecer las sucesivas crisis sociales y sanitarias tienen a cientos sino miles de personas imaginando una vida distinta. ¿Cuánto se van a demorar esos chilenos en atreverse a dar el paso y partir a vivir a regiones?
Es mucho lo que se habla de la inmigración de extranjeros, sus beneficios y problemas, pero es poco lo que se aborda el fenómeno de la movilidad interna. La cuenca del Llanquihue está marcada por la inmigración de alemanes y -más recientemente- de chilenas/os atraídas por el boom de la industria del salmón. Contamos con paisajes excepcionales, mucha agua, capital humano avanzado, patrimonio arquitectónico, conectividad vial, diversidad y frecuencia de medios de transporte terrestre, marítimo y aéreo (con capacidad instalada para operar vuelos internacionales). Sumemos dos ciudades relevantes (Osorno y Puerto Montt), un teatro de nivel internacional, universidades, colegios, casinos, restaurantes, hoteles, etc.
Todo indica que nos encontramos ad portas de una nueva migración masiva en búsqueda de una vida más sostenible y feliz. Quienes vivimos aquí sabemos que la región no está exenta de desafíos de todo tipo. Eso no quita que tenemos la oportunidad cierta de colaborar para innovar con un modelo de desarrollo territorial capaz no sólo de absorber pasivamente estos fenómenos, sino que liderar con visión para hacer realidad el sueño de un desarrollo capaz de entregar a todos, la más alta calidad de vida.
Tomás Cortese, director ejecutivo
de la Fundación Plades Frutillar