Tal como ocurre tradicionalmente en estas fechas, ha comenzado a discutirse ya tanto el presupuesto que tendrá el Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR) del año 2021 para cada uno de los territorios, como también las grandes directrices que tendrá o ejes en los que se invertirán las platas públicas. Una variable transversal que habrá en cada una de las regiones a la hora de diseñar los presupuestos de decisión local será, sin duda alguna, la variable de salud pública y economía que ha instalado este año la pandemia del covid-19, que desde marzo ha trastocado completamente los planes que tenían el Gobierno Regional y los municipios de Los Lagos. Estos ya venían siendo modificados desde octubre del año pasado, cuando el estallido social obligó a atender con premura las demandas que planteó la ciudadanía.

En la Intendencia y el Consejo Regional (Core) hay conciencia ya respecto del sello fuertemente vinculado a la recuperación económica que habrá de tener el FNDR del próximo año. Si no todos, la mayoría de las iniciativas con cargo al erario público en la región debiesen considerar la mayor absorción posible de puestos de empleo y la generación de las condiciones para que la actividad económica pueda recuperar su dinamismo perdido por la crisis del estallido y del coronavirus, en particular en aquellas comunas que han tenido que sufrir prolongadas y ya inefectivas cuarentenas, como la que cumple Puerto Montt desde el pasado 29 de julio.

Aunque el monto inicial contemplado para el FNDR de Los Lagos para el próximo año es de casi $83 mil millones, se especula que puede llegar a los $100 mil millones. Con todo, a esta herramienta de decisión regional se le debiera sumar la inversión sectorial de los ministerios que con frecuencia se decide en el nivel central, y que ojalá tenga en cuenta también las particulares penurias que han experimentado las comunas de la región.

La inversión pública que se realice en 2021 tendrá el imperioso desafío de reactivar la economía. El deterioro que han sufrido el comercio y el turismo en Los Lagos exige que cada peso invertido por el Estado sea cuidadosamente planificado y ejecutado.

A propósito de los meses de incertidumbre que la pandemia ha suscitado, preguntémonos sobre la manera en que cada uno resuelve, o intenta resolver, diversos eventos disruptivos que amenazan las certezas de la vida. Con relación a ello, ¿con qué recursos disponemos para restaurar el normal flujo de la vida afectiva ante este tipo de situaciones?

Cuando no se encuentra cómo simbolizar -o dar palabras- al acontecimiento, lo disruptivo se vuelve traumático, produciendo una invasión de "sin sentido" en el cuerpo; el cual comienza a manifestarse de forma extraña, como si hiciese recordar, una vez más, la ilusión de control que se tiene sobre él.

Habitualmente, cuando se enfrentan situaciones problemáticas, afloran dolores musculares, fatiga, los patrones de sueño y respiración cambian, como otras tantas alteraciones que suceden sin que el sujeto que habita ese cuerpo lo desee; ¿o lo desea? Estas manifestaciones se pueden leer como soluciones singulares (siempre en el caso a caso), posibilitadas por los recursos de afrontamiento con que cada uno cuenta; son huellas de un decir que no puede ser dicho, aún.

En otros términos, lo que no se liga por medio de palabras, se aloja en el cuerpo, deja huellas de desorganización del orden de una ruptura de la vida. Es importante subrayar el caso a caso y dejar de pensar en un saber universal; cada quien sufre de manera diferente. Entonces, es un saber singular, propio, de cómo puede impactar cada experiencia, cada pandemia, cada duelo, cada quiebre sentimental; o también, cada exceso de triunfo.

Ahora bien, ¿qué hacer con todo aquello que nos ocasiona experiencias disruptivas?

El desafío que se nos presenta, en cada una de ellas, es el de restaurar el movimiento de palabras que se detiene, antes de que se vuelva insoportable y se requiera algún tipo de acto para compensar o de sustancia externa para calmar lo que se aloja en el cuerpo. Allí donde se quiebran las palabras, se requiere una escucha que sostenga un tiempo para ver, comprender y concluir que logre, finalmente, resignificar las experiencias. Es poner en palabras lo que tanto cuesta decir y lograr una solución más cómoda respecto de cada sufrimiento.

Fernando Romero, terapeuta

del Cenfa Puerto Montt

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