Pobreza en la región
La baja evidenciada por la encuesta Casen debería ser sólo un elemento más para el análisis, pues hay varios otros fenómenos que indican lo contrario. Cuando la pandemia vaya en retirada, en una fecha incierta aún, el Estado tendrá que asumir una tarea social enorme y a largo plazo.
Aunque las cifras de pobreza en la región que entregó la encuesta Casen esta semana pudieran arrojar relativa tranquilidad, por cuanto la incidencia de 11,3% es menor que el registro anterior de 2017, cuando fue de 11,7%, e incluso cercana a la media nacional de 10,8%, lo cierto es que la realidad se ve bastante más compleja e incluso difícil de medir, producto del evidente aumento de la informalidad empujado por la crisis sanitaria. Así lo han advertido los expertos, quienes afirman que se deben considerar tres elementos en cualquier análisis sobre la situación económica de las familias: la pérdida de empleos formales, la precarización laboral y la señalada informalidad que se incrementó bruscamente durante las cuarentenas forzadas para restringir la circulación del covid.
Los números que ha evidenciado la encuesta deberían ser sólo un elemento más para comprender lo que pasa en torno a la realidad de la pobreza en Los Lagos. Sobre la mesa también debería estar el fenómeno de las ollas comunes, que no han cejado de distribuir comida en barrios vulnerables, como una que funciona desde hace meses en Puerto Varas; y el indesmentible aumento de familias viviendo en campamentos.
Si bien parte de la existencia de los asentamientos en todo el país se puede explicar por la lenta capacidad de respuesta del Estado a la falta de soluciones habitacionales, las familias que han llegado a vivir ahí en los últimos meses son un indicativo claro de la pérdida de su calidad de vida, producto del desempleo o de la disminución de sus ingresos. Tanto en Puerto Montt como en Osorno hay un amplio abanico de campamentos que crecen día tras día.
Por esto es que la Casen no puede tomarse como el único dato. Basta recorrer las ciudades para comprobar el aumento de la pobreza. El Estado aquí tendrá una tarea monumental, a medida que la pandemia vaya cediendo terreno en el país, para que la economía se reactive y, además, para asistir debidamente a las familias que necesitarán de programas sociales de todo tipo en su búsqueda de una mejor calidad de vida.