Entre el amanecer del 18 de octubre del año pasado y el día de hoy, Chile ha cambiado radicalmente. Las prioridades políticas, económicas y sociales experimentaron un brusco viraje luego de la movilización que se apoderó de las calles y el debate, forzando a debatir problemas, brechas y promesas que se mantenían vigentes, aunque ocultas bajo la alfombra. Paralelamente a esta legítima expresión social, surgió también la violencia callejera, ejercida por quienes desconfían del camino de la negociación y que prefieren optar por la vía de la imposición, que nunca será una buena consejera ni permitirá validar acuerdos que permitan alcanzar el nuevo pacto social que necesita el país.
En el transitar de estos meses ha aparecido también otro fenómeno, el de la violencia verbal, expresada en la calle o bien a través de las redes sociales, contra todos quienes piensan distinto. Es el tiempo de las posverdades, donde cada uno alimenta sus propios demonios internos, viendo en el otro, por muy similar que parezca, sólo a un enemigo del cual todo se puede sospechar. En este escenario, las noticias falsas han servido de perfecto combustible para forjar más aún los prejuicios y alejar las opciones de entendimiento.
No es el camino para construir el país que se requiere para esta época ni para conciliar una sociedad que comienza a exhibir tenues visos de una fractura que con el tiempo se hará insondable. El Chile de mejores pensiones, mejor trato laboral, educación y salud para todos, entre tantas justas peticiones, demanda el concurso del país entero, sin resquemores, desconfianzas ni pensamientos nublados por la emoción.
El camino del diálogo es el de mayor complejidad. Exige escuchar al otro, atenderlo, entender sus motivaciones, además de sepultar tantos prejuicios, de uno y otro lado, que están socavando el alma de los chilenos. La vía rápida es la del insulto y el descrédito, pero sólo en lo formal, no en lo esencial.
Para que funcione el diálogo, es imprescindible que la clase política empiece por dar el ejemplo, tratando a sus rivales con respeto y tolerancia.