Asaltos, baleos e inseguridad
Dos hechos ocurridos en menos de un mes en Puerto Montt demuestran el mayor nivel de violencia que hay en los delitos.
Hace dos semanas, la comunidad del sector de Mirasol, en Puerto Montt, resultó conmocionada con el violento asalto que afectó a un minimarket. El nieto de un matrimonio de adultos mayores regresó a la casa y se encontró con una escena horrenda: su abuela fallecida, su abuelo gravemente herido -finalmente murió hace pocos días- y una hija de ambos con evidentes señas de haber sufrido una agresión. Se acusa al atacante, yerno de las víctimas fatales, de haber cometido los crímenes para quedarse con el dinero producto de la venta de una propiedad, el cual estaba en una caja fuerte.
El pasado fin de semana, en tanto, un joven que transitaba por la vía pública perdió la vida en la población Crucero, también en la capital regional, al ser baleado por la espalda por un grupo de personas que iba en un automóvil. La víctima había sido detenida hace tres meses en un operativo contra el narcotráfico, el cual en su momento arrojó una decena de detenidos. Por el crimen de Crucero, a las pocas horas la policía capturó a dos sospechosos.
Dos hechos ocurridos en un corto espacio de tiempo en Puerto Montt y que reflejan, lamentablemente, el nivel de inseguridad que se ha alcanzado en la ciudad. Se condice con la preocupación ciudadana que hay en torno al tema y con el dato evidente de que hoy por hoy, se observa un mayor nivel de violencia en los delitos que se cometen contra la vida y la propiedad. Lo mismo sucede en Santiago y todos los grandes centros urbanos del país: la seguridad es un bien que se ha extraviado, en una conjura en la que fueron confluyendo el estallido social, la pandemia y el deterioro de los espacios públicos, en un círculo vicioso que no tiene visos de detenerse.
Esta es la gran urgencia del país. Hay bandas criminales organizadas, avance del narcotráfico, descrédito por la autoridad y familias encerradas en sus casas, mientras en los centros del poder, pareciera que la clase política gira en torno a otras prioridades. En ese insólito y centrípeto extravío, la agenda de seguridad, el fortalecimiento de las policías, los recursos para el Ministerio Público y la recuperación de los espacios públicos quedan en segundo plano, como si las familias chilenas pudiesen esperar que alguien tenga una epifanía.