De Santiago a Puerto Montt
En la capital del país, el Transantiago recibe un abultado subsidio estatal para que opere. Acá, el sistema está entregado a su suerte.
Hace pocos días, el Directorio de Transporte Público Metropolitano entregó los resultados de un nuevo estudio sobre la evasión en el Transantiago, el que alcanzó en el segundo semestre del año pasado una cifra de 44%, la segunda más alta desde que se implementara en 2007 este sistema de locomoción en Santiago (el registro más elevado fue en el segundo semestre de 2020, en plena pandemia, con un 46,2%). Es a todas luces un indicador excesivo para un sistema de transporte que año tras año debe recibir la inyección de un abultado subsidio estatal que garantiza su continuidad, pues con tal cantidad de personas que por una u otra razón no pagan su pasaje, no hay forma de que se acerque a algún grado de autofinanciamiento.
Si bien la evasión se había mantenido en torno al 20% hasta comienzos de 2019, subió bruscamente al 30% a fines de ese año, luego de los sucesos del estallido social (cuando la leyenda "evadir, no pagar, otra forma de luchar" copó la escena pública, con el coqueteo evidente de varias personalidades del mundo político). Desde entonces, la evasión no ha bajado del 40%, obligando a acrecentar todos los años el aporte de parte del Estado.
En la otra vereda, en tanto, la de las regiones, el escenario es diametralmente distinto. Mientras hay algunas ciudades donde ya opera a medias un plan de transporte regulado (conocido como "perímetro de exclusión"), es el caso de Osorno, hay otras que están lejos todavía de lograr un ordenamiento básico.
Es lo que pasa actualmente en Puerto Montt, donde la locomoción colectiva viene experimentando un progresivo declive desde que estalló la pandemia. La falta de conductores profesionales, la poca renovación de los microbuses y la desidia crónica de las autoridades en esta materia han conspirado de tal forma que hoy existen barrios y poblaciones sin locomoción colectiva, con pasajeros obligados a caminar largas distancias o, los que pueden, recurrir a aplicaciones de transporte que siempre serán más caras.
La diferencia de trato que recibe el más que subsididado transporte público de Santiago y el de ciudades le resulta exasperante a muchas personas, más aún si ante la congestión vial que se vive en las zonas céntricas, se les sugiere "bajarse del auto".