Que llegue el verano, significa que muchas familias saldrán de sus casas a disfrutar del tan anhelado descanso tras un año de trabajo y estudios. Sin embargo, aquellos que tenemos algún familiar con discapacidad nos vemos enfrentados a diferentes obstáculos con los que aún en 2022 seguimos lidiando.
De acuerdo al Segundo Estudio Nacional de la Discapacidad, ENDISC II, en Chile el 16,7% de la población de 2 años y más tiene discapacidad; es decir, 2.836.818 personas. En nuestro país, desde marzo de 2019 funciona de manera obligatoria el Decreto 50 del Ministerio de Vivienda y Urbanismo, orientado a la igualdad de oportunidades y la inclusión social de personas con discapacidad, que indica que todo edificio destinado al hospedaje de personas, como hoteles, residenciales, pensiones o similares, deberán cumplir con las normas generales de la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones. Sin embargo, sabemos que existen otros espacios como parques, reservas o playas que no cuentan con los espacios y requerimientos necesarios para la accesibilidad de las personas con alguna discapacidad.
Existe algunos lugares con acceso universal como el parque Katalapi en Puerto Montt o el Museo de la Memoria en Santiago, que cuentan con tecnología para la visita de público con discapacidad auditiva y visual. Es por ello que quiero hacer hincapié en la accesibilidad cognitiva. Los principales avances en Chile son relativos a la accesibilidad física y sensorial, pero no visualizamos lo discriminadores que en ocasiones somos con personas con discapacidad cognitiva, cuyo escenario es más difícil para aquellos que tienen discapacidades invisibles o sin rasgos físicos.
¿De quién debiese ser la responsabilidad de expandir el turismo inclusivo? Son necesarias políticas públicas para generar cambios culturales que pueden dar paso a una sociedad más inclusiva. Lo ideal sería no tener que hablar de inclusión, pues la igualdad de oportunidades es el punto de partida de todo proyecto. Sin embargo, estamos lejos de eso. Sumar la accesibilidad a un proyecto gestado desde una mirada no inclusiva implica costos agregados que podrían haberse evitado considerando la accesibilidad desde el comienzo.
Es importante visibilizar que una persona con discapacidad intelectual requiere, por ejemplo en un museo o parque, de recursos visuales, gráficos, auditivos y/o textos simples; todos, recurso que a su vez contribuyen a generar una experiencia más enriquecedora a todos los turistas, no sólo a los con discapacidad.
Además, a las personas adultas con discapacidad intelectual se les debe tratar de acuerdo a su edad, sin infantilizarlas ni usando diminutivos, ya que también tienen intereses y gustos de adultos. Sólo es necesario preocuparnos de hacer accesible la información que les queremos dar, para que también puedan aprender y conocer nuevas experiencias.