Fue una experiencia única y exclusiva. En 2005, las calles céntricas de Puerto Montt se convirtieron en singulares jardines, donde florecieron los más conmovedores versos de afamados poetas nacionales, gracias a la feliz iniciativa de Mario Cárdenas Godoy, el "poeta popular", que ideó la "Poesía en Tránsito", apoyado por sus colegas Nelson Navarro, Marlene Bohle, Clemente Riedemann y Jorge Loncón. Consistió en 65 planchas de zinc, de un metro por tres, donde se imprimieron poemas de igual número de vates chilenos, entre ellos algunos porteños. Letreros que fueron instalados en las principales arterias urbanas del centro de la ciudad, en medio de la curiosidad, primero, y apasionamiento, después, de los puertomontinos, en quienes -en el fondo de sus almas- siempre ha habido un poeta oculto y adormecido, de sueños líricos que brotan de la melancolía de la lluvia o de la majestuosidad del paisaje que conmueve bajo las metáforas de sus volcanes, arcoíris, islas y mar...
La otra dimensión
No dejará de emocionar al vate escondido, pero vivo, que hay en cada sureño que habita entre estas cuatro colinas, -donde la naturaleza es un canto a la vida y al Creador-, la palabra llevada a su más excelsa dimensión -el verso-. Donde los sueños se cristalizan como el granizo desde la lluvia o la tosca materia se transforma en obras de arte arrancadas desde la imaginación de su creador: el poeta sensible, que sabe calibrar y mostrar el espíritu de las cosas.
Los poetas, que miran con los ojos del alma, transfiguran las ideas universales en símbolos concretos. La soledad es una caracola abandonada en la vastedad de una playa insular. El amor, una manzana puesta en la mano del maestro por un pequeño alumno agradecido. La solidaridad, un pan extendido al desamparado. La paz, la quietud de un lago adormecido...
Entregar belleza
La certera iniciativa de la "Poesía en Tránsito", -que en 2005 adornó nuestras principales calles de esas verdaderas flores de palabras, que son los versos simbólicos de los más célebres vates-, le aportó a nuestra gris rutina cotidiana un ritmo nuevo, más optimista y reflexivo. Capaz de hacernos descubrir el otro significado del verbo y sus conceptos, a través de una nueva mirada a lo simple, modesto, sobrio y acaso hasta estático.
Uno de los versos exhibidos del poema "Barrio sin Luz", de Pablo Neruda, a propósito, es explícito: "Se va la poesía de las cosas/ o no la puede condensar mi vida/ Ayer -mirando el último crepúsculo- yo era un manchón de musgo entre unas ruinas...".
En aquella oportunidad, Mario Cárdenas, el artífice del innovador proyecto poético, enfatizó que "el objetivo no es otro que embellecer las calles de Puerto Montt con lo más elemental que es la palabra en forma de poemas, en contraposición a la influencia extranjera de los grafitis, rayados y monumentos de mal gusto que confunden, afean y no aportan".
Inesperado final
Hoy, 17 años después, Cárdenas subraya la inspiración que lo impulsa a revivir el referido aporte cultural a su ciudad: "Es una motivación permanente creer que el arte debe estar en lugares públicos, como una forma de sensibilizar y hacer la vida más vivible". Lo que reitera con pasión y perseverancia, a pesar de que aquel evento se vio forzado a concluir, "pues las planchas con versos fueron sacadas -en sumatoria- por la gente, porque el zinc era un material que servía para techos o chimeneas; algunas placas también las voló el viento, aunque fueron las menos".
Frente a semejante escollo, ahora el "poeta popular" está convencido que "la poesía impresa puede retornar a la ciudad -en forma itinerante- solamente a lugares protegidos, como hospitales, salas de eventos, gimnasios, etcétera, dada la experiencia anterior en que antisociales rayaron las obras y otras las robaron para ocupar el material".