Somos los ingleses de América, pero mucho más listos que ellos y que todos los personajes de su literatura. La duda existencial de Hamlet - Ser o no Ser - no es más que un chiste para nosotros. En Chile dudamos, pero siempre del otro y nos ocultamos en "lo" colectivo. La más gráfica de nuestras expresiones es: "¿Somos o no somos?", planteada generalmente - a viva voz - en medio de una borrachera, de un partido de fútbol o de una fiesta bien compadreada. La cuestión empieza cuando los papás le regalan a uno su primer balón de fútbol, que es compartido por el barrio completo. El punto es que si mi equipo va perdiendo, agarro la pelota y me voy pa' la casa. Nada de dilemas. ("Ser o no Ser"). A la chilena, nos entendemos mejor ("¿Somos o no somos?").
En general, cambiamos de idea a cada rato, dependiendo del alza del dólar y las pérdidas de las AFP, sin contar con la influencia que puede ejercer en nosotros el taxista o el peluquero. "Las cosas son como son, y no como uno quisiera que fuesen", dice el viejo refrán, pero en Chile es al revés. Las cosas son como yo digo y no como realmente son. Si queremos convencer a alguien de nuestra posición, no nos basamos en ella, sino en la del adversario (enemigo, le llaman), en la que buceamos hasta encontrar todos los males que afectan a la galaxia.
Todo esto es parte del folclor y del deporte nacional. Y si hablamos de deporte, no sólo de fútbol vive el hombre. Vivimos inmersos también en la gimnasia (no sólo la bancaria). Nada es tan relevante como los gimnastas de que disponemos, sobre todo en nuestra vida política. Hay tipos expertos en saltos mortales, capaces de realizar giros impresionantes antes de tocar y posarse en tierra con el dedo índice de la mano derecha. También están los contorsionistas, que se muerden el dedo gordo del pie derecho, pasándolo por encima de su hombro izquierdo. Están los trapecistas obesos o canosos, que hacen piruetas increíbles, sin importarles el estar o no estar en forma, lo que algunos podrían calificar como atentados a la ética y a la estética. Ya sabemos que los amargados sueltos, son multitud.
Lo importante en estas piruetas, es el descrédito del otro. Por ende, los gimnastas usan en plenitud su libertad de invención y de siembra dudas, porque debe procurarse que el otro pierda. Y si alguien osa criticar las volteretas, las contorsiones, las cirugías maxilares que endurecen la cara, resonará la máxima de algún prócer de antaño: "Sólo los imbéciles no cambian de idea". Digamos, en beneficio del "ser o no ser", que los político-gimnastas de hoy, semejan objetos voladores no identificables.
Entonces, la pregunta es clara: "¿Somos o no somos?"
¡Claro que somos..! Pero no sabemos qué.