La ciudadanía está llamada hoy a concurrir a los centros de votación para elegir en segunda vuelta al nuevo Presidente de la República, entre los candidatos que obtuvieron las más altas mayorías en los comicios de noviembre: José Antonio Kast y Gabriel Boric. Las autoridades han puesto especial énfasis en que los electores cumplan con los protocolos sanitarios que se han establecido durante esta pandemia, con el fin de que no haya un incremento importante en los contagios.

Aparte de la labor que cumplirán en todo el país alrededor de 22 mil funcionarios las Fuerzas Armadas y de Orden, habrá facilitadores que organizarán las filas, de modo que sean seguras y no haya mayor contacto entre personas. El Servel dispondrá de 46.862 mesas receptoras de sufragios en Chile y 282 en el extranjero, y durante todo el horario habrá trato preferente para los adultos mayores, las embarazadas y personas en situación de discapacidad.

Es indudable que en términos sanitarios, el país está más preparado que en comicios anteriores para enfrentar este proceso, si se considera el gran avance de la campaña de vacunación. Se han aplicado más de 47 millones de dosis contra el covid en Chile y se considera que más del 93% de la población objetivo está inmunizada.

Es evidente la baja participación ciudadana que ha habido en las últimas elecciones, lo que resulta muy preocupante, porque significa que más de la mitad de las personas se ponen al margen del mecanismo electoral. Tal vez quieren manifestar su desencanto por la forma de hacer política. Pero ello debilita la democracia y da menos legitimidad a quienes son elegidos. El sistema democrático requiere de coaliciones gobernantes y opositoras fuertes, pero esto se altera si la mayoría de los ciudadanos prefiere quedarse fuera, porque ellos serán finalmente los que se beneficiarán o perjudicarán con las iniciativas que aprueben las nuevas autoridades.

La democracia debe protegerse con valores positivos, como un electorado que participe y vote de manera consciente e informada, ya que en caso contrario puede ser presa de populismos, que generan más daños que los que se quieren superar. El llamado es que los electores concurran en gran número a participar en la elección presidencial.

En pocos días más, podremos celebrar el nacimiento de un niño. Siempre o casi siempre, el nacimiento de un niño o de una niña es motivo de alegría y esperanza para la familia que ve aumentar el número de sus miembros, acogiéndolo con ternura y simpatía. Pero el nacimiento que celebraremos pronto ha ocurrido hace dos mil años y en un lugar muy lejano a nuestras tierras australes.

Para conmemorar este hecho festivo, nos esmeramos en hacer regalos, adornar nuestras casas y hacer una cena navideña que congregue a la familia. Todo esto tiene sentido cuando, superando la formalidad y el ritualismo, logramos entrar en el misterio maravilloso que se esconde en este nacimiento.

Para los cristianos, la Navidad es la celebración de la insólita visita de Dios que se hace cercano para compartir con nosotros la aventura de la debilidad y fragilidad de la existencia humana. El Dios trascendente se hace inmanente; el Dios creador, vive lo que significa ser una creatura; el Inmortal, comparte la contingencia de una existencia finita y débil.

El Hijo del Padre irrumpe en la historia humana para hablarnos del plan de Dios que consiste en abrir su reino a toda la humanidad, para mostrarnos a través de sus gestos y milagros que los ciegos pueden ver, los sordos oír y los cojos caminar, para enseñarnos con su vida que toda humillación, dolor y muerte, es restaurada por el misterio insondable de la resurrección. Por este motivo, Navidad es Nochebuena, noche de esperanza, noche que nos hace respirar confiados de que algo cambia en nuestra vida con el nacimiento de Jesús de Nazaret.

Más aún ahora que estamos cansados de una pandemia que se extiende por casi dos años. Más aún hoy día que tenemos que elegir un nuevo Presidente para nuestro país, en circunstancias en que se vuelven a despertar de manera inquietante los fantasmas de la sospecha, de la incertidumbre, de las fakes news, de las soluciones violentas y de la división. En este presente, resuena con fuerza el oráculo del profeta Isaías: "La hierba se seca, la flor se marchita, mas la palabra de nuestro Dios permanece por siempre" (Is 40,8). Así Jesús afirma con certeza que "el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24,35), porque en definitiva el niño frágil y pequeño que nace en Belén es el "Emmanuel, que traducido significa Dios-con-nosotros" (Mt 1,23).

Fernando Ramos Pérez, arzobispo de Puerto Montt

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