Regreso del voto obligatorio
La disminución de la participación electoral ha obligado a repensar la conveniencia del voto voluntario, que poco sirve para la legitimidad del sistema. Lo que ha quedado claro es que se hace esencial reforzar los mensajes acerca de la necesidad de tener una participación activa en las elecciones.
La Cámara de Diputados ya aprobó la reforma constitucional que busca reinstaurar el voto obligatorio como respuesta a la baja participación electoral. La alarma final se dio hace pocos días, cuando en los comicios de gobernadores regionales, sólo el 19% de las personas habilitadas concurrió a las urnas; de hecho, Los Lagos fue la tercera región con mayor abstención a nivel nacional.
Desde 1988, la participación ha menguado con los años. Desde los comicios municipales de 2012, el ausentismo se ha elevado cada vez más y se hace notoria la falta de interés de la ciudadanía. En los últimos comicios presidenciales de 2017, Sebastián Piñera fue elegido en segunda vuelta con un 49,2% del padrón electoral de 14,3 millones de personas. Y el domingo último, menos de dos de cada diez personas habilitadas se interesaron por participar.
Con el cambio al voto voluntario se mantuvo una tendencia silenciosa, pues hay jóvenes que nunca han mostrado interés por votar. ¿Por quién sufragaría ese segmento? Analistas han dicho que difícilmente lo harían por los bloques tradicionales, y ese es el punto más práctico para pensar que el modo obligatorio tampoco genera gran consenso.
Pero el tema de fondo es que hay desencanto y desconfianza de la ciudadanía sobre la actividad política. Para algunos parlamentarios, pareciera más sencillo recurrir a aspectos normativos que regulen el comportamiento cívico que orientar los esfuerzos a un trabajo que permita reencantar al electorado. Cuando hace nueve años los políticos se la jugaron por la inscripción automática y voto voluntario, la vieron como una solución al desinterés ciudadano. Pero está claro que ese no era el remedio. Y probablemente el voto obligatorio tampoco lo sea, aunque sí puede ser un punto de partida.
Preocupa la baja participación, pues significa que muchas personas se ponen al margen del mecanismo electoral. Tal vez quieren manifestar su desencanto por la forma de hacer política. No obstante, ello debilita la democracia y da menos sustento y legitimidad a los electos. La democracia requiere de coaliciones gobernantes y opositoras fuertes, pero eso se altera si los ciudadanos prefieren quedarse fuera, porque ellos serán los que se beneficiarán o perjudicarán con las iniciativas de las autoridades.