Figura de la buena mesa y de la bohemia porteña
Luis Cárdenas forma parte de una tradición familiar en el Barrio Puerto, junto al Cirus Bar, de la que relata entretenidas vivencias.
El Barrio Puerto no sería lo mismo sin el Cirus Bar, dicen algunos. En especial, de aquellos clientes y "parroquianos" que han acompañado por años a uno de los más tradicionales restaurantes de la bohemia y de la buena mesa puertomontina.
Su propietario, Luis Cárdenas Andrade, forma parte de la segunda generación de la familia que fundó este punto de encuentro imperdible para marinos, vecinos, turistas y puertomontinos que le han dado vida a este punto neurálgico de la gastronomía local, ubicado en calle Miraflores y a pasos de Vicente Pérez Rosales. Fue su padre Osvaldo, junto a su tío Gilberto, los que le dieron vida el Cirus Bar en el año 1962.
Antes, el inmueble original de madera debió ser reconstruido tras el terremoto de 1960 y hoy día se mantiene con vida, después de haber cerrado sus puertas durante ocho meses en medio de la pandemia. Allí, Luis Cárdenas "le pone el pecho a las balas", atendiendo a sus clientes en la terraza, junto a un grupo de siete colaboradores.
- Usted pertenece a este barrio, ¿Qué recuerda de esa época en que nació el Cirus Bar?
- Fue una etapa única e inolvidable en mi vida, cuando salía a jugar con las amistades y vinculándome siempre con la vida de este barrio. Crecí entreteniéndome con las pichangas con los amigos, con las bolitas, entre la seguridad y compartiendo más con el exterior con el interior, en el cerro Miramar que era nuestro punto de entretención infantil, nos tirábamos en los carritos con rodamientos cuesta abajo.
- El deporte también formó parte de este conjunto de actividades lúdicas.
- Armábamos partidos contra los vecinos de calles Ecuador Augusto Trauttmann y Francisco Vivar y nos íbamos a la cancha de la Costanera. Tuve la suerte de integrar el Deportivo Empremar. Creo que mi papá nos ayudó a incentivar la práctica deportiva. También, participé en carreras de fondo y atletismo.
- ¿Por qué decide la familia armar este negocio de gastronomía?
- Había una demanda importante en este barrio, debido al movimiento que experimentaba el cabotaje, la marina mercante y los buques que llegaban al puerto. Entonces, había una actividad económica y por ello es que también había otros restaurantes y picadas como el "Richmond", el "Corneta Cabrales", entre otros, y cada uno contaba con un producto culinario característico. Y lo otro es que había abundancia, eran los tiempos de la buena cazuela de vacuno, el pollo de campo que se cocinaban a la antigua, en estufas muy grandes de leña, donde se tiraba la carne. Y para qué hablar de los productos del mar, como el erizo y las almejas.
- Ahí comienza la historia del Cirus Bar.
- Un lugar que se frecuentaba después del trabajo, donde venía gente a comer, por ejemplo, criadillas a lo pobre y las guatitas picantes, cuya creación fue nuestra en Puerto Montt. Llegaban al bar, con los amigos y pasaban un rato entretenido jugando al "cacho" en la barra, que sigue siendo la original hasta los días de hoy.
- Antes de tomar las riendas del local, ¿qué actividades realizó?
- La enseñanza media la cursé en el Liceo Técnico en Valdivia, donde me titulé en el área de mecánica automotriz. Viví cinco años en Punta Arenas, lugar donde trabajé en una empresa contratista relacionada a la actividad petrolera, para retornar a Puerto Montt en 1989. Al tiempo me fui a España, invitado por un amigo y estuve otros cinco años.
- ¿En qué momento decide dar un giro al Cirus Bar?
- Cuando regresé a Chile, al tiempo falleció mi padre. Junto a mi mamá decidimos retomar algún plan para el local, así que comenzamos a ver la idea de desarrollar música en vivo, a partir de 1996. Al mismo tiempo que sucede algo similar con "La Gran Papa". Había que darle un potencial distinto al restaurante. Recuerdo por ejemplo me ayudó Catherine Hall (Q.E.P.D), flautistas del grupo Bordemar, para abrir mi mente. Me motivó para traer artistas locales y de otros lugares, así que se hacía tocatas todos los fines de semana. En el año 2002, me radiqué en Francia durante una década.
- Pero el local se mantuvo en pie durante ese tiempo.
- Mi objetivo de este retorno definitivo al Cirus tuvo que ver con la idea de preservar esta zona de Puerto Montt, que considero que es un patrimonio cultural de esta área cercana al puerto de mi ciudad. Cuando volví, tuve que involucrarme en la cocina, para preservar esas recetas y mantenerlas vivas en el tiempo.
- Una de ellas, y de las preferidas, es la de las guatitas picantes y también las infaltables prietas.
- Ese primer plato nació acá y algunos la han transformado. Acá se comen tres toneladas de "guatas" al año y 80 kilos a la semana. En mi calidad de presidente del Consejo de Desarrollo Vecinal del Barrio, se nos ocurrió darle valor a este producto de nuestra cocina y se nos ocurrió la iniciativa de reunir al barrio. Cerramos parte de la calle Miraflores e hicimos el Festival de la Prieta, en el que participan los vecinos e invitamos a clubes de rayuela para que vengan a jugar en la calle. Queremos seguir contribuyendo para darle vida de patrimonio a este barrio.
- ¿Habrá Cirus Bar para rato?
- Me encantaría responder eso. Ojalá que se pueda cumplir y que pase a una nueva generación familiar.
El conocido emprendedor de la gastronomía chilena cuenta que debió cerrar su mítico local durante ocho meses.
"Mi infancia fue una etapa única e inolvidable en mi vida vinculándome siempre la gente del barrio"
"Como Cirus Bar queremos seguir contribuyendo a la cultura y al patrimonio de nuestra ciudad"