Efectos políticos de
Cuando se analiza el impacto del año 2020 en la política chilena resulta ineludible pensar en el plebiscito y en el covid-19.
Respecto del plebiscito, la clase política partió muy mal el año, ya que evidenció su intención de perpetuar el egoísmo y la falta de transparencia que la mayoría de la ciudadanía le reconoce. Tras el estallido social, los partidos políticos implementaron un proceso constituyente que fue diseñado en función de sus propios intereses, postergando la representatividad que la ciudadanía exigía. En ese sentido, el claro triunfo del Apruebo no sólo permitió dar cuenta de una mayoría que quiere tener una nueva Constitución, sino también permite prever que habrá un amplio descontento social a partir del número de convencionales constituyentes provenientes de partidos políticos que serán electos gracias al método electoral que se usará.
Respecto del covid-19, es posible calificar como nefasta la gestión del Gobierno a la hora de enfrentar los negativos efectos sanitarios, laborales y económicos que la pandemia ha generado, así como también en todo lo relacionado con la calidad de sus decisiones, la coherencia de éstas y el liderazgo requerido para enfrentar esta amenaza.
Teniendo tres meses de ventaja respecto de los niveles de contagiosidad del virus en sociedades más desarrolladas, el Gobierno se dedicó principalmente -y en forma proactiva- a asegurar la llegada de ventiladores mecánicos, declarando a la "inmunidad de rebaño" como política de acción; decisión que luego fue "bajada" por el Gobierno, señalando que ésta nunca fue implementada. En ese contexto, y desde La Moneda, se estableció que la lucha contra la pandemia requería -además del fortalecimiento del sistema de salud- del cierre de fronteras, toques de queda, cuarentenas, cordones y aduanas sanitarias, no ponderando de forma correcta los efectos laborales y socioeconómicos que estas medidas significarían.
Como respuesta a los efectos de sus medidas, el Gobierno ofreció una serie de transferencias monetarias (directas e indirectas), las que han sido catalogadas no sólo como insatisfactorias, sino también como tardías. El exceso de celo a la hora de cuidar las reservas, así como la nula disposición del Gobierno a endeudarse a la hora de ofrecer mejores alternativas de ayuda a la población, no fue bien recibida por la ciudadanía, ya que fueron percibidas no como medidas de responsabilidad fiscal, sino como medidas que respondían a la defensa de un modelo de sociedad neoliberal.
Así entonces, y en aras de justificar el calificativo de nefasto que hago a la gestión del Gobierno, puedo identificar varios errores, tales como: patrocinar que los trabajadores recurran a sus propios seguros de cesantía para enfrentar la pandemia; declarar la imposibilidad material de realizar mayores transferencias; la excesiva focalización de las ayudas, impidiendo que personas y familias que la requerían pudiesen acceder; la incongruencia del plan Retorno Seguro y que se plasmó con el falso discurso relativo a priorizar la salud en desmedro de la economía; la instrumental centralización del plan "Paso a paso"; los intentos de bloqueos del Gobierno al retiro del primer 10%, ocupando como argumento la preocupación por la seguridad social; la presentación de un proyecto de ley de retiro de fondos de pensiones que buscó no sólo condicionar el segundo retiro, sino también aunar a una coalición disgregada, priorizando intereses políticos sobre los intereses de la ciudadanía; la presentación ante el Tribunal Constitucional del proyecto de retiro, no considerando las carencias económicas que se evidenciarán en marzo, tiempo en el que no habrá una inoculación masiva de la población.