Fratelli tutti
"Este texto de Francisco tiene un poder iluminador extraordinario para todo el mundo"
Nuevamente el Papa Francisco nos sorprende con una encíclica. Con ocasión de la fiesta de San Francisco, el sábado 3 de octubre firmó en la medieval localidad de Asís, su tercera encíclica: Fratelli tutti, citando la querida expresión de ese santo tan popular y querido en el mundo entero.
Previamente, en 2013, dio a conocer la encíclica Lumen fidei, referida a la fe desde la teología católica. Después, en 2015, entregó Laudato si, sobre el cuidado de la casa común y el desarrollo sostenible.
Más allá de cualquier moralismo superficial o simples buenas intenciones, Fratelli tutti es una reflexión profunda y una llamada de atención a la sociedad contemporánea sobre el tipo de civilización que estamos construyendo y el modo de relacionarnos de los seres humanos entre nosotros en la vida política, social y económica.
No abandona ni pasa por el lado ninguno de los temas fundamentales del tiempo presente. Comenzando por la pandemia del covid-19 que golpea a todo el mundo, y pasando por otros de gran significación como la migración, la buena o mala política, el diálogo y la enemistad social, las posibilidades del reencuentro, el liberalismo y los populismos, va desmenuzando cada uno de estos aspectos confrontándolos con la común vocación humana de vivir una auténtica y genuina fraternidad entre todos. Parece un sueño tan alcanzable y, sin embargo, lo vemos esfumarse con extraordinaria frecuencia.
Este texto de Francisco tiene un poder iluminador extraordinario para todo el mundo y para nuestro país en particular. En el último año, en Chile hemos visto de todo: grandes demostraciones de solidaridad, generosidad y servicio hacia los enfermos y los que más han sufrido los efectos del coronavirus, así como sueños de justicia y paz y, por otro lado, grandes expresiones de mezquindad, odio, violencia, violaciones de derechos humanos, destrucción de edificios, e incluso iglesias vandalizadas y quemadas. En doce meses, el ser humano ha expresado toda su grandeza y toda su miseria. ¿Dónde está la razón de tanta disparidad? Somos las mismas personas que podemos hacer lo uno y lo otro.
Francisco nos propone dejarnos interpelar por la parábola del buen samaritano (Lc 10,29-37), como cedazo para superar nuestras divisiones, tensiones, odios y violencia. Esto reviste una significación mayor en el día de hoy, en que podremos participar en un plebiscito de gran relevancia nacional. ¿Cómo lo vamos a enfrentar?
Fernando Ramos Pérez, arzobispo de Puerto Montt