Aguas servidas hacia la bahía
La presentación de cargos a Essal ha vuelto a colocar en evidencia la incómoda presencia de un emisario submarino que descarga desechos directamente en el mar. Es cierto que el emisario respondió a la lógica normativa de la época. Pero aquel marco no debiera ser inmutable en estos tiempos.
Tal como lo ha advertido el ex seremi de Medio Ambiente, Jorge Pasminio, la presentación de cargos de parte de la Superintendencia de Medio Ambiente (SMA) a Essal por la descarga de aguas servidas en la bahía de Puerto Montt, debiera ser razón más que suficiente para iniciar una reflexión seria acerca de la planificación urbana de la capital regional, en particular en torno al manejo y destino de las aguas servidas y aguas lluvia, que ha redundado hasta ahora en una perjudicial connivencia que está afectando la sustentabilidad y también la imagen turística de la ciudad. El órgano ambiental dio a conocer esta semana que la empresa sanitaria arriesga multas por hasta $3 mil millones, producto de modificaciones al emisario submarino que lleva las aguas servidas al mar, la presencia elevada de coliformes fecales en esa zona, y los ruidos molestos generados por una planta de tratamiento en el sector de Mirasol.
Siendo todos ellos cargos serios, el que debiera motivar mayormente la preocupación de las autoridades y la ciudadanía es el del emisario submarino que lleva desechos a la bahía. Por más que tal ducto haya sido autorizado por el marco normativo en su época de construcción, no deja de llamar la atención que a estas alturas del desarrollo de Puerto Montt, una ciudad de evidente vocación marítima y turística, exista todavía un ducto que traslada aguas negras hacia el corazón de la bahía, la misma que sirve para la recalada de cruceros donde se espera que los turistas se maravillen con la incomparable belleza escénica de esta zona.
Dicho de otro modo, hoy por hoy, la bahía de Puerto Montt funciona como la cloaca de una ciudad que aunque está sufriendo los rigores de la crisis sanitaria, pronto debiera reactivarse para continuar con su rol de polo económico del sur del país. La paradoja es que una ciudad que se ha convertido en eje de la conectividad marítima hacia la zona sur austral, bota sus aguas servidas en la misma bahía.
Es tiempo de generar una discusión seria y ponderada para analizar la conveniencia de tal emisario y su impacto en la biodiversidad y en la imagen turística. Ya no basta con sostener que se apega a las normas, lo que se requiere es una mirada de futuro.