"Debiera haber un cese al fuego para tener una oportunidad de sentarse a negociar"
El docente repara la historia del conflicto, dice que hay gente aprovechándose y que "esto se resuelve con diálogo honesto".
Ayer, el intendente de la región de La Araucanía, Víctor Manoli, invitó a una mesa de diálogo a los comuneros mapuche en huelga de hambre. Fue otro esfuerzo por bajar la tensión en la zona, la que llegó a otro punto doloroso el fin de semana recién pasado con el enfrentamiento entre civiles por el desalojo de varios municipios tomados e incendiados.
"Ya ya perdí la cuenta de la cantidad de mesas de diálogo que ha habido entre el Estado y los representantes mapuche", dice el historiador Cristóbal García-Huidobro, quien, en todo caso, no ve otra salida para el problema que no tiene solución en más de 200 años de existencia de la República.
Haciendo un esfuerzo por dar contexto al conflicto, el académico de las universidades Católica y Usach, dice que "tiende a no señalarse y no decirse que hay mucha iconoclasia contra los símbolos de lo colonial. Esta iconoclasia debería ir más contra los símbolos republicanos porque durante el periodo colonial los indígenas estuvieron relativamente bien protegidos por la legislación española".
-¿Mejor que tras la Independencia?
-Los españoles creían que tenían una misión civilizadora y al mismo tiempo pensaban que los indígenas eran seres humanos sujetos de derecho, como cualquiera. Lo que pasa es que, según los españoles, los indígenas se encontraban en un estadio tecnológico intelectual atrasado en relación a ellos. No se les podía dar plenos derechos, por lo que se les consideraba incapaces relativos. O sea, eran sujetos de derechos, podían exigirlos. Por 200 años estuvo más o menos bien la cosa. De la frontera de Biobío al sur la corona española no se metía, aunque reconocía ese territorio como suyo.
-¿Y qué cambió con la Independencia?
-Cuando se da el proceso de Independencia, la mayor parte de la población indígena pelea por la causa del rey porque no querían la República, no querían lo que esto significaba. Entre otras cosas, igualdad de condiciones, igualdad de derecho que ellos no querían porque querían mantener su situación privilegiada. Y porque sabían que la República se iba a ir a meter a sus tierras e iban a repartirlas. Y fue lo que pasó. O'Higgins en 1818 promulga un decreto que crea la nacionalidad chilena propiamente tal y se la otorga a los indígenas. Pero ¿qué significa eso? Les concede los mismos derechos y las obligaciones y no necesariamente tenían la educación o estaban preparados para enfrentarse a eso.
-¿Cuándo surge el conflicto que llega hasta hoy?
-Es a mediados del siglo XIX cuando tú tienes el verdadero gran problema. Se nota que hay un cambio con el inicio de la República, porque no se tomaron los resguardos para proteger a los indígenas como sí hizo la corona española. En segundo lugar, había un desprecio por el indígena. Cosa que no encuentras necesariamente en el antiguo régimen.
-¿Cómo se soluciona el conflicto?
-Sin lugar a dudas, esto se resuelve con el diálogo, uno honesto. El problema con esto es que tienes que decirles a los mapuche que se sienten a la mesa y decirles que tienen que ceder. "Pero si hemos cedido mucho", dirán. Bueno, van a tener que seguir cediendo. Pero es un problema gigante. Yo te puedo asegurar que buena parte de las comunidades indígenas del país lo único que quieren es vivir en paz. Nadie quiere vivir en este clima. Pero indudablemente hay gente que se está aprovechando de esto. Hay legítima indignación de parte de los mapuche, pero también indignación por parte de la gente que tiene que tolerar los ataques a la propiedad, los ataques a las iglesias, la quema de camiones. Entonces ¿cómo tú tratas de acercar posiciones?, ¿cómo tratas de generar buena fe entre las partes?
Siempre sentarse a la mesa con un diálogo honesto te permite generar lazos que te llevan a buen término. Pero esto no lo vas a lograr mañana o en un año, sino que en muchos años. Para mí el modelo básico para poder comenzar a hacer algo es el acuerdo de Viernes Santo de Irlanda del Norte, guardando las proporciones: sentar en la misma mesa a los grupos extremos, al menos a los que son dialogantes, y conseguir que terminen condenando a los grupos más extremos. Que los terminen volviendo parias. Y al mismo tiempo, ver la experiencia comparada de otros países latinoamericanos que tienen una población indígena mucho mayor.
-Ha habido varios intentos en la historia. Incluso acuerdos. ¿Alguna vez se estuvo cerca de alcanzar una solución definitiva?
-En los últimos 30 años creo que no. Perdona que lo diga de esta manera, pero debiera haber un cese al fuego, un cese de hostilidades para tener una oportunidad de sentarse a negociar. Pero aquí es donde viene el problema, dónde encuentras el interlocutor válido. No sé si es el Consejo de Todas las Tierras, la Coordinadora Arauco Malleco, hay infinidad de instituciones. No hay interlocutor válido y cuando los ha habido son rurales. Cómo logras que las comunidades indígenas se pongan de acuerdo y lograr la masa crítica para que gobierno y comunidades que sean dialogantes puedan condenar abiertamente a los que no se suban al carro.
-Todos los gobiernos han fallado en encontrar una solución al problema. ¿Podríamos decir que es el Estado el que ha fallado?
-Si me aprietas, te diría que sí. Uno podría llegar fácilmente a esa conclusión. Yo complejizaría un poco la respuesta. No es solo el Estado el que ha fallado. El Estado, como administrador, ha fallado, sí. Pero también la sociedad chilena, en la cual los indígenas están insertos. Hemos fracaso como Estado y sociedad, pero también es un fracaso de las mismas comunidades para organizarse. Porque aparentemente lo único que realmente sirvió, que fueron capaces de organizarse una minoría de grupos, es precisamente para la escalada violentista.
Hay que tratar de avanzar despojándonos de las ideologías, despojándonos del odio. Yo te diría que el último año esto ha crecido exponencialmente y yo entiendo la preocupación de varios, entre los que me incluyo, que vemos que esto puede terminar con más gente muerta, más víctimas, y hasta cuándo va a seguir derramándose sangre. Esto es una falla sistémica, más que del Estado de Chile, es de la sociedad chilena. Es un fracaso total.
-Es primera vez que se ve a civiles contra civiles. ¿Etapa sin retorno?
-Espero que no. A mí me protege mi capacidad de ver las cosas a largo plazo. Es como si te dijera de la lamentable muerte del matrimonio Luchsinger-Mackay, o la del joven comunero Camilo Catrillanca, y te dijera esto es una guerra civil. No. ¿Un conflicto de baja intensidad? Podría ser, si me pongo en el rol de un cientista político. Lo que sucedió en Curacautín y otros lugares, yo tendería a pensar que no es un punto sin retorno. No son casos aislados, pero sí preocupantes. Si me basara en las redes sociales pensaría que acá estamos en una guerra civil, pero estas tienden a hacer hipérbole de estas cosas. Los medios más creíbles también me indican que hay un problema, pero sí hay algo que hay que tomar en consideración y es la urgencia de tratar de solucionar el problema. Dadas las circunstancias actuales, con pandemia y amenazas de estallido social, es muy difícil de lograr a algo.
-¿Ha habido otro momento de igual tensión?
-Es difícil medir la tensión en un período tan largo, es inoficioso además. No encuentro otro parangón en las últimas décadas. Creo que ha ido recrudeciendo con el tiempo. Dadas las circunstancias actuales, es urgentísimo tratar de llegar a un acuerdo. Pero nuevamente nos encontramos frente al problema del interlocutor válido. Yo estaría por tratar de tender puentes. Esto no se soluciona dándoles independencia o un pedazo de tierra, porque eso no va a ocurrir nunca. Tampoco se va a resolver con un reconocimiento institucional como muchos dicen, porque cuando esto se ha hecho en otras partes de América el efecto ha sido cercano a cero. En realidad, tiene que ver con políticas claras de parte del Estado y un aporte por parte de las comunidades para poder tratar de salir adelante. Y derrumbar una serie de prejuicios de ambos lados. Hay que volver a creer, si no, esto no va a terminar bien para nadie.
"Buena parte de las comunidades indígenas del país lo único que quieren es vivir en paz. Pero indudablemente hay gente que se está aprovechando de esto".