Importancia de las señales en política
Hoy por hoy, las autoridades han de comprender que la opinión pública somete a juicio cada una de las señales que dan, consciente o inconscientemente. En la gestión pública no es suficiente el pensamiento propio de las decisiones. También lo es lo que se lee de ellas.
Hacer política hoy, o dedicarse a la cosa pública desde cargos de representación popular o de delegación de los representantes de los poderes estatales elegidos democráticamente, es muy distinto a lo que pudo haber sido hasta hace 20, 10 o incluso 5 años atrás. Ahora hay que rendir cuenta permanentemente frente a una ciudadanía que o está bien informada gracias al trabajo de los medios de comunicación tradicionales y con prestigio, o bien es presa de las múltiples voces que se apilan en las redes sociales y que muchas veces quieren llevar agua a su molino con las denominadas "noticias falsas". Equivocar el rumbo de la gestión pública, emitir una declaración desafortunada o por omisión permitir que ocurran sucesos reprochables, tienen una repercusión inmediata en la opinión pública, que no perdona errores ni malas intenciones.
En este sentido, quienes se dedican a la cosa pública debieran tener meridianamente claro que las señales también constituyen política. Ellas ayudan a fortalecer o a destruir los discursos. No basta aquí la esencia misma de la acción o la declaración, como si la realidad se limitase a las palabras o pensamientos individuales; también importa, en este mundo lleno de incertidumbre, lo que entiende la ciudadanía de aquellos discursos, en particular los que emiten las autoridades en momentos de crisis sanitaria y económica como la que hoy sacude al país y al mundo.
Las señales, quiérase o no, también son política. Y una señal equívoca puede echar por la borda cualquier trabajo que diligentemente haya realizado una repartición pública cualquiera. En este sentido, cualquier señal de gasto superfluo que den las autoridades comunales o regionales, por más razones puedan presentarse, será leída por la opinión pública como un despropósito en una época en que la austeridad debiera imperar en cada una de las decisiones del mundo público.
Las señales, en períodos de crisis, son tan decidoras y reveladoras como las acciones y declaraciones. Eso no hay que perderlo de vista. Esta crisis no necesita de señales erróneas.