No hay duda que la actual pandemia tiene un alcance mundial, que azota a toda la población sin hacer grandes distinciones étnicas, sociales y económicas. Sin embargo, ya surgen evidencias que el virus puede afectar de forma distinta a países y territorios subnacionales. Frente a ello, algunos gobiernos desde el nivel central han decidido imponer restricciones en ciertas localidades, regiones u otro tipo de zonificación.

Por ejemplo, en el caso chileno, se ha decidido la imposición de cuarentenas y controles sanitarios en determinadas comunas, zonas urbanas y/o regiones; lo anterior, obviamente por sus altos índices de contagios y fallecimientos.

Un caso es la Región de Los Lagos, la quinta a nivel nacional con mayor nivel de contagio del covid-19, donde se han impuesto barreras y controles sanitarios en algunas comunas y provincias. Ahora, uno podría realizar la siguiente interrogante: ¿por qué este virus se expande de forma distinta en un territorio u otro? Los motivos pueden ser variados, sin embargo, surge como una de las causas de la propagación, el comportamiento y actitud que tienen las comunidades locales frente a la pandemia.

Por lo anterior, se requiere una población responsable de sus actos, consciente de la gravedad y magnitud de la pandemia, y sobre todo con una actitud de empatía y colaboración con las autoridades regionales y locales. Esto refleja que no sólo las medidas del nivel central pueden minimizar el impacto de la pandemia, sino también la responsabilidad de la población; a través de conductas y hábitos que colaboren en el control del virus en un territorio determinado.

Sin duda que se requiere una fiscalización permanente y sanciones rigurosas frente aquellos individuos que no cumplen con los protocolos impuestos, y que ponen en riesgo la vida de todos quienes habitan esos territorios. Pero del mismo modo, también se exige de sobremanera que los territorios y sus habitantes asuman un rol más protagónico en la gestión de esta letal pandemia.

Dr. Guillermo Díaz López, investigador del Ceder de la ULagos

De todos los rubros afectados por la severa crisis económica nacional derivada de la pandemia del coronavirus, aparentemente el sector que peor lo está pasando es el de Horeca (hoteles, restaurantes y casinos), que ya venía arrastrando desde fines del año pasado las secuelas de una drástica caída de clientes producto del estallido social del 18 de octubre, momento a partir del cual una gran parte de estos locales tuvo que cerrar tempranamente sus puertas, cada día, por la violencia irracional que durante las tardes se apoderaba de las calles del país. Esa crisis, sobre esta otra crisis de origen sanitario, ha dejado al rubro de la hotelería, gastronómico y de entretención en una delicada situación financiera que a muchos de ellos les está obligando a evaluar su continuidad.

La Asociación Gremial de Gastronomía y Turismo de Los Lagos (Agatur) alertó esta semana respecto del drama que están viviendo sus afiliados, asfixiados entre la falta inédita de clientes impuesta por los requerimientos de aislación social, las obligaciones salariales con sus trabajadores y el cumplimiento de exigencias financieras que no perdonan. El Gobierno ha lanzado ya dos paquetes para los diversos sectores afectados por esta crisis, y probablemente con el correr de los días comience a haber mayor claridad sobre la efectividad que tendrán estas medidas en la hotelería, gastronomía y casinos que, vale la pena enfatizar, constituyen un sector que genera una significativa cantidad de empleos en una zona volcada hacia el turismo. Si este rubro no logra acceder a ayudas y financiamiento, el efecto cascada en la economía regional será de los peores que se han visto en años.

Para evitar el descalabro anunciado por los 40 firmantes de la declaración de Agatur, se hace esencial que, además de las ayudas estatales, el sector financiero otorgue un acceso razonable a los créditos y a la postergación de sus compromisos financieros, tal como se está haciendo ya con las personas. En este momento crítico de la historia del mundo y del país, debe primar la flexibilidad y la revisión de dogmas que en este escenario, no tienen mucho sentido.