Amediados de diciembre, comenzamos a ver cómo, después de dos meses de movilizaciones sociales, disminuía la gravedad y magnitud de los hechos vandálicos asociados a ellas y que dieron cuenta de cientos y quizás miles de emprendimientos, empresas, locales comerciales y negocios, además de bienes materiales públicos (de todos) de muchas ciudades de nuestro país. Muchos de nosotros pensamos que con los acuerdos políticos y las promesas de un mejor país, las cosas se calmarían.
Pero no ha sido así. A poco andar del nuevo año, nos enteramos de las amenazas para boicotear la PSU. Quizás por primera vez, en ese minuto, miles de jóvenes que apoyaron decididamente el movimiento social se cuestionaron la legitimidad de las acciones de algunos de sus pares, que sin duda afectarán sus aspiraciones futuras. Y dejémoslo claro, los primeros afectados siempre son los que menos oportunidades han tenido.
Posteriormente, volvimos a pensar que las cosas se calmarían, pero un grupo de 200 personas se tomó nuevamente el centro de Puerto Montt, destruyendo los frontis y vitrinas de emblemáticos locales de la ciudad, incluidos el municipio y la Gobernación. Al día siguiente, la sensación de locatarios y trabajadores del centro vuelve a ser la misma que en los meses previos. Temor a la agresión física y sicológica. Tener que dejar sus trabajos tempranamente. Retrasos para volver a casa. Costos de reposición de bienes materiales no presupuestados, lo que al final significa que se deben postergar otros, aquellos que permiten crecer, dar empleo, etc... incertidumbre sobre prevalecer o no.
Chile enfrenta en los próximos meses quizás uno de los momentos más relevantes de su historia reciente. Pero previo a eso deberemos superar marzo. Sí, marzo. Ya se ha vuelto costumbre que después del merecido descanso que muchos chilenos toman en febrero, marzo traiga el verdadero inicio del año. Y ya hemos escuchado que los movimientos sociales, que usan el legítimo derecho a manifestarse, volverán a expresarse y junto con ello vendrá la violencia, a la que como sociedad no debemos acostumbrarnos, generándose una sensación de indefensión e impunidad frente a delitos evidentes, ante lo cual no podemos ser condescendientes.
Nuestra democracia tiene mecanismos para enfrentar la violencia y deben aplicarse. Esta misma democracia, con todas sus imperfecciones, se ganó hace muchos años la oportunidad de resolver nuestros problemas y satisfacer nuestras aspiraciones. Esa es la esencia en la búsqueda de una sociedad más justa.
Eduardo Schwerter Añazco, presidente de Agrollanquihue