Por el rechazo
Haciendo un juego teórico, me atrevo a postular que un 66% (2/3 aproximadamente) de los chilenos somos sensatos y buenos demócratas. El resto (un 34%), no tanto. Digamos que este último grupo se distribuye en un 20% en la extrema izquierda y un 14% en la extrema derecha. Este último grupo es violento verbalmente y tiene ideas radicales sobre cómo resolver los problemas de Chile, pero raramente (por no decir nunca) toma acciones concretas. Ellos votarán "rechazo" en abril, sí o sí.
Por otra parte, el 20% de izquierda extrema es violentista, directa o indirectamente, tanto en las palabras como en la acción. Esto está a la vista, no solo desde el 18 de octubre, sino desde mucho antes, baste ver lo que pasó en el Instituto Nacional. Este grupo, si no decide boicotear el plebiscito de abril, votará "apruebo".
El asunto es ¿qué hará esa inmensa mayoría de personas sensatas y buenos demócratas en abril? Otra vez, teorizando, propongo que un tercio, es decir, un 22%, mayoritariamente de derecha a centro-izquierda, ya tiene decidido votar por el "rechazo". Otro tercio, de izquierda democrática a centro-derecha, tiene decidido votar "apruebo". Y queda un tercio de indecisos, muy probablemente, en el espectro de la centro-izquierda a la centro-derecha.
Esto significa que el futuro del país está en manos de ese 22% (teórico) de indecisos. A ellos les quiero explicar porqué es más sensato y democrático votar "rechazo" en abril.
En primer lugar, porque no es necesario cambiar la Constitución para arreglar los problemas más apremiantes de los chilenos. Todo lo que se necesita es que la sensatez prime en el Congreso y se pasen las leyes que permiten esas mejoras. Por otra parte, de aprobarse el proceso constituyente, tendremos al menos dos años más de la inestabilidad que hemos vivido en los últimos meses. Esto, hay que convencerse, afectará la economía y el desarrollo de Chile. Nada de esto será gratis, para nadie: pobres, clase media y ricos. El impacto, por ejemplo, en las cifras de desempleo ya es evidente. En tercer lugar, como se ha visto, el proceso será violento. En el mejor de los casos, se mantendrá el caos actual como ruido de fondo. En el peor, será violentado y corrompido el órgano constituyente, cualquiera sea la forma en que se componga. La violencia es antidemocrática por definición.
Por último, lo sensato es analizar y evaluar lo que se pone en riesgo generando una nueva constitución. Hay revisar el progreso que ha tenido Chile en los últimos 40 años: no existe ningún indicador objetivo, ninguno, incluidos los de desigualdad, que no hayan mejorado entre mucho y extraordinariamente en estos años. Son millones de chilenos que disfrutan hoy de condiciones de vida que sus abuelos nunca llegaron a soñar siquiera. Es cuestión de mirar nuestras historias familiares con sensatez e imparcialidad para corroborar esto.
Es cierto que hay muchas cosas que mejorar todavía, pero el camino de la nueva constitución es muy poco probable que nos permita hacerlo. El que gane el "rechazo" en abril, será un claro mensaje al gobierno y los políticos que los chilenos queremos sensatez y orden, con un claro mandato de conseguirlo. A partir de esto, tendremos un futuro esplendoroso.
Andrés Fuentes Belmar
Democracia
La democracia no sólo se ejerce cada vez que hay que dejar un papelito en la caja. Esa es solo una parte. Los ciudadanos hoy, los que queremos nuestro país y a nuestros compatriotas sin distinción, estamos llamados a construir un futuro consensuado, donde más allá de las diferencias de opinión, jamás ejecutaremos la violencia en contra de quienes tienen posturas opuestas. Porque la democracia se cuida.
Enrique Ainol Cortés
Violencia
¿Acaso no es violento arrojar una bengala a un partido? ¿realizar un saqueo? ¿lanzar objetos contundentes o cortantes a otras personas, civiles o uniformadas? La respuesta parece que no es tan obvia, o al menos, el reproche a estos hechos no genera en Chile una mayoría clara.
La falta de acuerdo respecto de qué es violento y que no; es sin duda lo más reprochable de un fenómeno presente en la sociedad actual, sobre todo siendo un debate a nivel parlamentario, donde debiese primar el diálogo y la cordura.
A pasos del temido marzo, lograr frenar la violencia que impera hoy en Chile requiere de manera urgente que tanto las autoridades políticas como la ciudadanía dejemos de generalizar sobre lo que está pasando, y condenemos transversal y absolutamente hechos vandálicos.
Aunque sirva de poco el consuelo para los miles de víctimas directas de la violencia del último tiempo y de los millones de chilenos que sufrirán las consecuencias de este anunciado mes de movilizaciones, más vale prevenir que nunca haber hecho nada para evitarlo.
Renata García