Una de las serias e inevitables dificultades, que los integrantes del Cuerpo de Bomberos de Puerto Montt deben enfrentar en su valeroso cometido de la protección de las vidas y bienes de la comunidad local, es la estrechez de las calles y pasajes existentes en varios sectores residenciales de la ciudad.
Esto se ha comprobado, especialmente, en los recientes incendios ocurridos en la población Antonio Varas. Donde la eficacia bomberil fue negativamente entorpecida por esas circunstancias. Esos angostos espacios, además, a menudo, con vehículos estacionados, obligan a los bomberos ejecutar esfuerzos extraordinarios y a realizar riesgosas maniobras y estrategias, para combatir las llamas y evitar su propagación a las casas colindantes. Como bien lo han puntualizado los propios directivos voluntarios, entrevistados por este matutino.
Esta preocupante realidad que afecta la abnegada labor bomberil, también se registra en otras zonas de la ciudad, como la de Angelmó, en cuyo cerro hay viviendas apretujadas y con senderos de muy difícil acceso a las calles, donde también hay otros obstáculos. Lo que, en ocasiones, ha impedido la llegada de los bomberos con sus equipos para sofocar los siniestros habidos, remitiéndose sólo a lo concretable.
Queda, por tanto, elocuentemente de manifiesto la errónea y extemporánea planificación de Puerto Montt, que no ha considerado -en el poblamiento de la ciudad- los indispensables espacios requeridos para el accionar de Bomberos, frente a las inevitables emergencias de incendios u otros imprevistos que ameritan desplazamientos de socorro.
Está claro que, en adelante, las políticas habitacionales deben incluir los espacios requeridos para un buen desenvolvimiento bomberil en casos de emergencias. Tal como ya se está disponiendo en los nuevos planes, con casas y disponibilidad de lugar para guardado de vehículos.
Junto a la solución arquitectónica, va de la mano una conducta solidaria, que ayude a mantener despejadas las vías y así estar listos siempre.