¿Atención de urgencia?
Cerca de la medianoche del sábado 4 de enero, mi hijo Diego Velásquez, de 16 años, comenzó con leves dolores estomacales que durante la noche fueron aumentando en intensidad. Al amanecer, decidimos llevarlo a la urgencia de la Clínica Universitaria y tras los exámenes de rigor el diagnóstico fue claro: tenía apendicitis.
Cabe señalar que los padres de Diego somos dos profesionales beneficiarios de FONASA que, de acuerdo a nuestro nivel de ingresos, en forma conjunta aportamos a este sistema de salud un poco más de $ 3.000.000 anualmente.
A media mañana del domingo 5 de enero, llegamos a la Urgencia del Hospital Puerto Montt. Nuestro hijo fue ingresado y hospitalizado para ser intervenido quirúrgicamente. Entendiendo que el servicio de urgencia, atiende a los pacientes de acuerdo a la gravedad que presentan, sabíamos que debíamos esperar con paciencia. Sin embargo, las horas fueron transcurriendo y la salud de nuestro hijo se fue agravando. Cerca de las 18 hrs. le planteamos a uno de los cirujanos de turno, la posibilidad de llevarnos a nuestro hijo a una clínica privada, pero él nos aseguró que Diego sería intervenido en la brevedad. La misma solicitud la reiteramos en las horas siguientes y la incumplida promesa médica se reiteró en varias ocasiones.
Cerca de la medianoche, luego de más de 12 horas de espera, retiramos a nuestro hijo y lo trasladamos a una clínica privada, donde fue atendido con la prontitud que su dolencia requería.
A pesar de todo, seguiremos en FONASA por el fin solidario que tiene. Solamente, solicitamos que la próxima vez que algún integrante de nuestra familia, concurra a la urgencia del Hospital Puerto Montt, este sea atendido, considerando la alta suma de dinero que anualmente entregamos al sistema de salud y no tengamos que volver a pagar a una entidad privada.
JUAN CARLOS VELÁSQUEZ TORRES.
Promover ciclismo urbano
La Ley de Convivencia de Modos, que modifica la Ley de Tránsito, fija una serie de definiciones que persiguen armonizar el tránsito de distintas modalidades de transporte. Bajo esas definiciones, se especifica la implementación de Ciclovías que resguarden el tránsito de los ciclistas, quienes, en ausencia de tales vías, deben transitar por la calle, disputando así su espacio con el tránsito vehicular, lo cual, sobra decir, nos expone por la vulnerabilidad propia de este medio de transporte.
Puerto Montt cuenta con una precaria red de ciclovías, la mayoría de ellas de uso recreativo, sin considerar que somos muchos (cada día más) quienes usamos la bicicleta como transporte, lo cual exigiría la demarcación de ciclovías en cuando menos algunas de las arterias más transitadas de nuestra cada vez más congestionada ciudad. Quienes usamos la bicicleta en ese contexto, sabemos que la lluvia y las pendientes no son un obstáculo para abandonar, aunque sea parcialmente, el uso del automóvil como forma de traslado al colegio, a la universidad o al trabajo.
Quizá, se argumentará, faltan los recursos para promover el uso de la bicicleta con la implementación de ciclovías (aunque, como referencia, los 40 millones del árbol navideño alcanzan para 500 biciestacionamientos con capacidad para 1.000 bicicletas). Quizá, las arcas municipales dependen de la obtención de recursos a través de los permisos de circulación, donde incentivar las dos ruedas pudiera no ser una gran inversión en el largo plazo. Quizás, se argumentará, somos una minoría, la cual en todo caso difícilmente cambiará sin políticas públicas que incentiven otra cosa.
Pero si no está en las prioridades del municipio promover el ciclismo urbano, o el ciclismo de ruta (considerando el enorme interés que tiene pedalear hacia la Carretera Austral), cuando menos sería esperable que se respeten las ya escasas ciclovías; sobre todo en etapa estival, cuando aumenta el número de ciclistas, más todavía en espacios de delicado tránsito peatonal. No es lo que sucede cuando en Pelluco se instalan baños químicos que obstaculizan la ciclovía, obligándonos a disputar la acera con peatones que no tendrían porque ver expuesta su seguridad en una simple salida a la playa. Como agrupación, invitamos a la autoridad local a dialogar y actuar con firmeza y altura de miras: la bicicleta y los medios de transporte limpio son el futuro.
PATRICIO GONZÁLEZ URIBE. Agrupación Lluviosos Ciclistas.
Curanto Gigante calbucano
El Curanto Gigante es una joyita emblemática del verano en la ciudad de Calbuco, para la gestión edilicia desde que se le dio la idea para celebrar los 400 años de su Fundación hace ya dos décadas.
Distintas instituciones calbucanas dieron el génesis a esta renombrada fiesta gastronómica cultural, haciendo de este evento el más importante, sin desmerecer la actividad de red por «Manos de Mujer» que representa ser una actividad muy importante que enaltece la labor de las mujeres cultivadoras de las zonas rurales del Archipiélago Calbucano. Estas fiestas costumbristas culturales fueron realizadas en un principio en el bellísimo campo del distinguido vecino Don Ramón Gallardo, ya desaparecido. El contribuyó con amabilidad y amor a su tierra, siendo un protagonista que nunca se le reconoció por tan hermoso gesto. En la actualidad, el curanto gigante se realiza desde hace unos años en el Camping Municipal que se encuentra ubicado en el sector de Caicaén .
La polémica en la actualidad es el tema de la contaminación que con lleva su preparación que recae al plástico como La principal objeción de los detractores es su uso.
Las mallas plásticas, los platos, vasos, los plásticos que cubren el Curanto, no son vistos con buenos ojos por un gran sector y se hacen muchas preguntas y piden que se vuelva a la forma más natural posible en su elaboración. La realidad es muy importante: el plástico no es amigo del curanto.
FRANK LAMBARRI RAMÍREZ.
Palos porque bogas...
La acusación constitucional en contra del intendente metropolitano Felipe Guevara, es algo así como "Palo porque bogas, y palo porque no bogas". Una duda: ¿Sus rigurosos acusadores habrán sido educados bajo la teoría del "Palo y la Zanahoria" o sólo serán partidarios de ella?
LUIS E. SOLER MILLA.