El 2 de enero de 2020 -en Puerto Montt- debería ser un día histórico y señero en favor del desarrollo y puesta en su debido valor del magno descubrimiento arqueológico de Monte Verde -a través del acuerdo del proyecto de construcción de un gran complejo que lo preserve en el mismo sitio del hallazgo-, establecido por las principales autoridades vinculadas a esta obra que aspira a patrimonio universal: el intendente regional, Harry Jürgensen; el arqueólogo estadounidense descubridor, Tom Dillehay; el vicerrector de la Universidad Austral de Chile, Renato Westermeier; y el director de la Escuela de Arqueología, Simón Urbina.
Después de varios lustros de espera del museo local que resguarde las preciadas piezas prehistóricas, que hoy se conservan en Valdivia, y tras algunos fallidos intentos, ahora, por fin, las autoridades que corresponden -y en el mismo sitio de Monte Verde-, han resuelto concretar el proyecto en el lugar de origen de las reliquias, que revelan una antigüedad que supera los 14 mil años y confirman a Puerto Montt como la cuna de la civilización americana, tras descubrirlas en 1977.
El intendente reafirmó que la prioridad ahora es la gestión en procura de fondos regionales y la generación de un proyecto de interés regional, adecuado a las inversiones en infraestructura de conservación arqueológica y en nuevas excavaciones en el sector. Y para lo cual es prioritaria la mancomunión de voluntades respecto del debido saneamiento de la propiedad del lugar, frente a la trascendencia de este patrimonio global de semejante valor para la humanidad y que tanto prestigia a Puerto Montt.
El más complacido y optimista con las nuevas posibilidades que se presentan fue el científico Tom Dillehay, para quien el ideal es la habilitación del museo en el mismo espacio de los descubrimientos, reiterando su confianza en que ahora sí esta aspiración se materializará en Monte Verde, al que califica como "único y excepcional" en el ámbito mundial. Pero que nosotros, errónea e indolentemente, no hemos sabido apreciar.