Los más sorprendidos y preocupados, con el anuncio de paralización de las obras de construcción del Puente Chacao, por la empresa a cargo Hyundai Engineering & Construction, hemos sido los habitantes de esta región y particularmente de Chiloé. Más todavía, si el moderno viaducto que conectará al archipiélago de Chiloé con el continente en cinco años más, muestra un avance sustantivo en la instalación de sus bases, con la participación de 600 trabajadores. En septiembre pasado, ya se habían emplazado 36 pilotes en la Roca Remolino del correntoso canal, para sostener la base central del puente, de casi tres kilómetros y doble pista.
Esta magna obra de ingeniería se inició en febrero del año pasado y la inversión es del orden de los 740 millones de dólares. Y se la considera un indispensable aporte estratégico a la conectividad terrestre del país y a la modernización y desarrollo de la turística provincia insular de Chiloé, cuyas potencialidades en el rubro todos reconocen que deben impulsarse.
El consorcio responsable del puente no está conforme con su empleador, el Ministerio de Obras Públicas, y planteando exigencias económicas adicionales, frena su construcción. Mientras que el MOP enfatizaba que "ha cumplido y cumplirá estrictamente sus compromisos, de acuerdo al contrato y CPC (Consorcio Puente Chacao) debe hacer lo mismo".
La comunidad regional, consciente de la trascendencia del gran viaducto, cuyo importante avance está a la vista -y sobre todo, por la cuantiosa inversión ya hecha-, no acepta ni justifica estas desavenencias, en especial porque ellas frustran el normal desarrollo de la construcción y la exponen a riesgos mayores. Evidencian una irresponsabilidad indigna de una obra de semejante envergadura, no sólo valorada en Chile, sino también globalmente.
La comunidad sureña espera que las autoridades correspondientes sean consecuentes con la extraordinaria obra de ingeniería en plena marcha y con la ilusión de progreso ya sembrada en el alma regional. Los puentes deben unir, en toda instancia.