En la sociedad chilena contemporánea, la maternidad tardía ha surgido como un tema crucial de discusión, desafiando las nociones tradicionales sobre el timing "apropiado" para embarcarse en la maternidad. A medida que un número creciente de mujeres opta por postergar la experiencia de ser madres, se abre un diálogo necesario acerca de los desafíos y beneficios que conlleva esta decisión.

La decisión de retrasar la transición hacia la maternidad en Chile puede entenderse como una consecuencia de las transformaciones que nuestra sociedad ha experimentado en las últimas seis décadas. Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas para el año 2021 se registraron 177,255 nacimientos, con el 47% de estos ocurriendo en mujeres de entre 30 y 39 años. El promedio de hijos por mujer en edad fértil se sitúa en 1.3. Estas tendencias están vinculadas a factores sociodemográficos como el nivel educativo, la ocupación y el estado civil. Se observa que mujeres con educación superior, mayores ingresos y casadas tienden a tener menos hijos y a una edad más avanzada. Estos cambios también están asociados con una mayor autonomía reproductiva, facilitada por la prevalencia del uso de anticonceptivos, resultado de políticas de salud pública implementadas desde la década de 1960 en nuestro país.

Estos cambios demográficos, explica Ximena Egas, matrona y académica de Obstetricia de la Universidad Andrés Bello, plantean un desafío significativo que requiere la implementación de políticas públicas adaptadas a esta nueva realidad. Es esencial abordar de manera integral el cuidado de la gestación y la crianza, reconociendo que, aunque la maternidad se posterga, las mujeres enfrentan los mismos cambios biológicos y emocionales inherentes a cualquier embarazo.

¿Habrá algo más noble que una casa de madera que se cae a pedazos? Tal vez un arado abandonado bajo la lluvia. Quizás, un pajarillo infinito en su pequeñez, con la herida de un balín por donde se le escapa irremediablemente la vida. Me siento emparentada con la madera y voy hurgando sus tiempos, sus ropajes, sus pérdidas, sus infiernos. Las casas antiguas son como un pequeño bosque donde viven hadas. Pero ellas alguna vez estuvieron nada más en la mente de algún ser humano. Alguna vez, fueron como niños armándose de a poco.

Casas en etapas de construcción, vigas mansas de mañío talladas por el hacha, tejuelas de alerce noble que arroparán el cuerpo de la madera; tarugos de fierro incrustados en sus arterias y anillos interiores. Tal era el esqueleto de las construcciones de antaño. Espacios amplios para la cocina, la zona donde se vive permanentemente en este sur llovido. El comedor estaba destinado sólo cuando llegaban las visitas de la ciudad o se celebraba algún acontecimiento como la cena navideña, el bautizo de uno de los vástagos, un cumpleaños. El resto del tiempo permanecía en perfecto orden. Las carpetas tejidas a crochet vistiendo la mesa; otras más pequeñas adornaban el trinche o las mesitas de los costados. Las cortinas eran también del mismo material, pájaros, mariposas, girasoles, parecían querer escapar por entre las vidrieras. Sólo el paño del polvo pasaba algunas veces por ahí. Con mi nieta Monserrat salimos algunas veces a ver casas viejas. Es una actividad que le transmití cuando era muy pequeña. Imaginamos quién o quiénes vivieron aquí. Ella, con sus seis años me dice que sin duda aquí hubo fiestas, que bailaron y se casaron y fueron felices como ocurre con los príncipes. Que nacieron esos niños apurados que no pudieron ir al hospital; que la señora de la casa usaba un delantal floreado y en sus bolsillos recogía los huevos cada tarde; porque sin duda en ese patio tan grande había gallinas y cantaba un gallo todas las madrugadas. A veces me emociona lo que un niño puede atisbar de las cosas; hay en ellos una sabiduría, una hondura, una empatía dulce y natural. Nos entristecen las cortinas rotas de otra casa en la misma cuadra, apenas colgajos que intentan cubrir las miserias de lo que se derrumba en su interior. Las ventanas carentes de vidrios y la puerta de entrada descentrada de su dintel. Sobreviven algunas matas de jazmín, unas anémonas y una mata de azalea blanca. Todo lo demás es maleza que cubre hasta la puerta.

Aquí, en esta casa y en tantas otras, estuvo el pálpito de la vida; pero como acontece con todo, somos y estamos nada más un corto tiempo. Casas, cosas, artilugios, calles, árboles, baúles, esperanzas y sueños, permanecen sólo por un breve tiempo sobre la costra de la tierra.

80 años | 19 de febrero de 1944

El "Lirquén" llega con 460 toneladas de azúcar

La escasez de azúcar es uno de los problemas que han existido en Puerto Montt y la región durante el último tiempo. Sin embargo, este inconveniente se comenzaría a solucionar con la llegada del vapor "Lirquén", que trae 460 toneladas, las que se comenzarán a descargar de forma inmediata, por lo que se espera que en menos de una semana comience su distribución en la zona.

50 años | 19 de febrero de 1974

Vecinos de Lintz solicitan mejor servicio de basura

Los vecinos del sector Lintz de Puerto Montt acusan que viven una serie de complicaciones producto de la deficiencia que presenta el servicio de extracción de la basura y de aseo domiciliario en el barrio. Dicen que Aysén es uno de los puntos más complicados producto de esta situación. Alegan que la llegada de las moscas es uno de los inconvenientes por la acumulación de basura.

10 años | 19 de febrero de 2014

En 2015 comienza construcción de Puente Chacao

Para febrero de 2015 quedó confirmado el inicio de las obras civiles de la construcción del Puente Chacao, luego que Contraloría General de la República tomara razón de los trámites administrativos y legales que implica esta inversión, del orden de los 360 mil 134 millones de pesos y que significará una fuente de empleo para unas dos mil personas durante los cuatro años de ejecución.