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Audios: SII destituye al director de Grandes Contribuyentes y suspende a otros cuatro funcionarios

ESCÁNDALO. Director del organismo tomó la decisión por "pérdida de confianza".
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Redacción

El Servicio de Impuestos Internos (SII) informó ayer la destitución del director de Grandes Contribuyentes, Christian Soto, y la suspensión de cuatro funcionarios en el marco de la polémica por la filtración de un audio en que el abogado Luis Hermosilla reconocía pagos de sobornos a funcionarios del servicio y de la Comisión para el Mercado Financiero (CMF).

A través de un comunicado, la entidad detalló que "los antecedentes preliminares recabados en el marco de la investigación interna que lleva a cabo la entidad por el llamado 'caso audios' y las diligencias decretadas por el Ministerio Público por el eventual delito de cohecho, implican que (se) haya perdido la confianza en su gestión".

"El sumario administrativo sigue en pleno desarrollo, por lo que no se descarta la adopción de medidas adicionales respecto de otros funcionarios", agregó el texto, que aclaró que la investigación penal del Ministerio Público y el sumario administrativo interno tienen el carácter de reservados.

"Como lo ha hecho desde el inicio de este caso, este Servicio seguirá prestando la más completa colaboración al Ministerio Público con el objetivo de aportar al éxito de la investigación que desarrolla y asegurar que los responsables de cualquier hecho constitutivo de delito sean debidamente sancionados", finaliza el documento.

Informe reservado

La decisión del SII se dio a conocer luego de que en un segundo capítulo de su investigación, el medio Ciper publicó que los datos contenidos en el informe que la abogada Leonarda Villalobos reveló a su colega Luis Hermosilla y el empresario Daniel Sauer en la filtrada reunión del 22 de junio son verdaderos y emanaron de una investigación reservada del organismo por eventuales irregularidades tributarias de las compañías de Sauer.

Ayer en la sede del Congreso Nacional, hasta donde llegó para comparecer ante la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, el director del SII, Hernán Frigolett, explicó que se trata de la "primera decisión en términos de cautelar la opinión pública. Se le ha pedido el cargo por la confianza que hoy por hoy significa, dado que es parte de los que están involucrados administrativamente con el proceso denunciado".

El ejecutivo añadió que "la Dirección de Grandes Contribuyentes es una dirección extremadamente relevante para el quehacer del servicio y obviamente los problemas que hayan en término de fiscalización o de peticiones de aclaraciones. Siempre van a involucrar grandes montos de dinero, entonces para disipar cualquier duda en términos de cómo va a seguir nuestra capacidad operativa tuvimos que tomar esas decisiones y obviamente el proceso de sumario está hoy más activo que nunca".

Carlos Peña

Romantizar la migración

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El diputado socialista Tomás de Rementeria sostuvo, en una entrevista radial, que la izquierda había cometido el error de "romantizar" la migración olvidando que ella debe ser ordenada y responsable.

¿Qué quiso decir exactamente el diputado?

El asunto requiere una previa elucidación lingüística (que de algo sirva hablar de estos temas). La palabra romantizar en rigor es un derivado del inglés romanticise que significa idealizar. En español se usa entonces esa palabra no para significar que algo se volvió romántico (es decir volcado a la espontaneidad del yo o a la subjetividad), sino para decir que a un cierto fenómeno (en este caso la migración) se le envolvió en ensoñaciones, en ligerezas, en vapores adolescentes, en suma, que se le idealizó viendo en él solo virtudes.

¿Tiene razón el diputado?

Hay razones para pensar que sí.

La izquierda de las nuevas generaciones, la del Frente Amplio para ser más preciso, tiene tendencia a romantizarlo todo. Ocurrió con la violencia de octubre del 19 que era, a su juicio, una forma de desobediencia civil; con los problemas en la educación que alguna vez se atribuyeron al lucro de los sostenedores; o, para no seguir, con la violencia en la Araucanía la que se quiso aplacar hablando del wallmapu. Hay en esa izquierda (que no es toda la izquierda) quienes creen que casi todos los problemas sociales son producto de factores estructurales o impersonales (la desigualdad, uno de los más subrayados) y que atender a factores individuales a la hora de examinar sus causas equivale a discriminar, a violar un principio subyacente a los derechos humanos (así seleccionar en educación sería discriminatorio, controlar la migración escrutando antecedentes personales, también, reprimir a los grupos indígenas que incendian predios, sería violencia estatal, etcétera). La consecuencia de este modo unilateral de enfocar los problemas sociales es la tontería del buenismo: la creencia que quien la pasa mal siempre es una víctima y que el papel del estado es hacer de buen samaritano, algo así como hacer el bien sin mirar a quien.

Desgraciadamente la realidad suele ser más compleja que el panorama que arroja ese simplismo hoy tan extendido. Y el estado obligado a poner orden, no puede comportarse como el buen samaritano, ni recoger a todos, ni poner la otra mejilla.

Por supuesto hay factores estructurales en los problemas que padecen las personas, pero también hay otros relativos a la agencia, al desempeño individual que acrecientan a los primeros o los atemperan o atenúan. Todos los emigrantes son empujados a salir de su patria o de su lugar de origen por factores sociales o políticos en los que tienen poca o ninguna responsabilidad. Esto es cierto. Y si bien la mayor parte de entre ellos poseen orientación al esfuerzo y al logro, hay otros, los menos, que, en cambio, portan una cultura más o menos violenta que infringe la ley. Esto también es cierto. Los primeros merecen se les acoja sin restricción alguna, en tanto los segundos que se los reprima en base a procedimientos legales o se les expulse. Distinguir entre ambos es una de las tareas fundamentales de cualquier política migratoria (y los primeros que lo reclaman, es seguro, los inmigrantes legales que aportan su trabajo); pero es un hecho notorio que esa distinción no se ha hecho y que, en el extremo, en algún momento, ni siquiera se distinguió entre migración legal e ilegal.

Y cuando esa distinción no se efectúa acaban pagando, como lo está mostrando la experiencia, justos por pecadores puesto que frente a la inacción de un estado incapaz de distinguir entre quien merece estar aquí y quién no, se extiende la idea que los inmigrantes son personas peligrosas, con costumbres violentas, portadores de una cultura de la incivilidad. Cuando el estado no hace la distinción entre el inmigrante con propensión al logro y respetuoso de las reglas y el que no, estimula el rechazo al inmigrante por el solo hecho de serlo. En el extremo, alimenta la xenofobia, el repudio o el rechazo del extranjero y a la vez fortalece (ya ha habido síntomas de eso) el nacionalismo patriotero, el chovinismo, esa forma vil de apegarse al origen, al lugar al que se pertenece; la idea, tan tonta como el buenismo, que por ser natural de esta tierra se es portador de virtudes que el extranjero desconoce.

Como tantas otras cosas acaecidas en los últimos años, romantizar los problemas es una forma de esconder la incapacidad de comprenderlos y una forma de eludir la responsabilidad que se tiene frente a ellos.

"La consecuencia de este modo unilateral de enfocar los problemas sociales es el buenismo: la creencia que quien la pasa mal siempre es una víctima y que el papel del estado es hacer de buen samaritano, algo así como hacer el bien sin mirar a quien.