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dado un festín desde octubre del 2019 hasta esta fecha.

-¿Qué le parece lo aprobado hasta ahora?

-Hay bastantes cosas que son de común acuerdo. Yo estaba muy de acuerdo con la Comisión Experta. Había cosas algunas que afinar, seguramente, pero creo que el trabajo que hicieron los expertos fue de mucha calidad y dio base como para que se hubiera buscado un acuerdo, sin desconocer la facultad que tenían los consejeros, por supuesto, que fueron elegidos para aprobar, rechazar o modificar la propuesta de los expertos. Que los republicanos y ChileVamos hayan tenido una mayoría que les da la totalidad del manejo del poder, eso no conlleva a que en la Convención no se haya recurrido más a estar en base a la Comisión de Expertos. Ahora, voy a confiar hasta el último día en la Comisión Mixta (N. de la R.: ayer esta comisión votaba las propuestas de solución de 32 controversisas hasta su total despacho), voy a esperar hasta el último minuto que puedan lograrnos ciertos acuerdos básicos, fundamentales para evitar la polarización, para que se produzca un convencimiento de que es una Constitución más o menos representativa de todos y todos. Siempre dijimos que queremos una Constitución para todas y todos, no para un determinado grupo.

Si logramos solucionar los problemas más difíciles, sería una gran cosa para este país. Pero si realmente sale una idea de una Constitución aprobada en forma confrontacional, entre la oposición y el gobierno, o los que representen una posición y otra posición, este país va a tener un plebiscito que va a ser no solo constitucional, va a ser un plebiscito que va a poner en la palestra al gobierno contra la oposición. O sea, la campaña presidencial va a ser, lo queramos o no, la que va a presidir un poco el estado de ánimo de cada uno cuando vaya a votar. Eso hace pésimo, porque puede ser que se apruebe esto en el plebiscito por 55-45 o se pueda rechazar al revés. Si los políticos no son capaces de solucionar los problemas, con razón la gente empieza a pasarlos por arriba.

-Cuáles son los puntos en que a su juicio hay que llegar a acuerdo?

-Primero, quedar claro que la definición sobre el tema mentiroso de la garantía del que está por nacer o el quién está por nacer. Bueno, vamos a la Real Academia de la Lengua, ¿no? Digámoslo con claridad. ¿Quién es quién? Todos estamos por proteger la vida, nadie está por matar a la gente. Ese tema hay que aclararlo. Que no se ponga en duda que lo que está ahí, o lo que se pretende aprobar, es para ponerle traba a las causas de aborto que hoy día son aceptables. Ni tampoco es posible que alguien pretenda establecer en la Constitución el aborto libre. Es una materia de ley y el país tendrá que verla en su tiempo largo en el Parlamento.

-Y para usted, ¿cuál es la mejor redacción en ese caso?

-Habría que buscar una redacción adecuada y dejar contada la historia de qué es la interpretación. Basta con una aclaración, incluso para la historia de la Reforma Constitucional.

-¿Qué otros temas hay que aclarar?

-El tema de los derechos en un Estado social y democrático, que está bastante aceptado, por el hecho de que se incorpora en el artículo primero, y creo que hay conciencia que se avanzó en ese sentido. Los otros temas en que hay que ser claros es en educación, salud y pensiones.

-La izquierda acusa que el proyecto, como está quedando, es un testo de derecha. ¿Coincide con eso?

-Yo te digo que más que de derecha, es hecha por la derecha, por gente que tiene pensamiento derecho. Ahora, creo que se ha visto que hay una diferencia entre unos y otros. Se ve mucho más al centro a una parte de ChileVamos que la gente republicana. Pero también hay gente que está más cerca de los republicanos. Yo diría que más que una Constitución de derecha esta es una Constitución mal hecha. Es una Constitución que va a tener una parición dificultosa y a lo mejor lo que nazca va a ser defectuoso, lo cual no quisiera ningún padre de una criatura. Aquí lo que hay que hacer es que el parto sea lo más normal posible y que nazca lo mejor que sea del producto de ese parto. Te diría que el gran error de los que pretenden imponer y exponer a una aprobación estrecha o un rechazo, es el de que no ceder en cosas que son perfectamente posibles hacer en la legislación pública que uno no puede hacer.

-¿Le gustaba más el anteproyecto de los expertos?

-Es una Constitución en la que yo tenía mucha esperanza. Si se hubiera profundizado con los expertos hubiéramos tenido una mejor Constitución. Esta no es una Constitución para todos y tal como está siendo, es una que va a salir a representar a una mayoría y que no va a representar a una minoría importante. Porque el resultado va a ser estrecho para cualquier lado.

-¿Qué haría usted si estuviera escribiendo la Constitución?

-Si yo estuviera ahí, negociando, les diría saquemos estas cosas y comprometámonos a legislar ahora esto, esto, esto y esto. Y sacamos una Constitución que sea más bien neutra en el sentido de que no representa a uno en contra de otros.

-Usted postuló a integrar el Consejo, pero perdió. ¿Ha participado de algún modo? ¿Lo han llamado?

-He sido partícipe de la Comisión Constitucional de mi partido, he trabajado estos dos años. Somos más o menos 22 y entregamos un informe bastante contundente a la anterior Convención y también a esta. He estado metido siempre.

-Pero la trascendencia del partido es escasa. ¿Qué pasó con la Democracia Cristiana?

-Lo grave es que la Democracia Cristiana tiene un proceso de crisis y el tema constitucional profundizó la crisis, porque cuando llegó el momento de tomar la decisión sobre cómo íbamos a comportarnos en la votación del último plebiscito, un grupo de nosotros pedimos libertad de acción para los militantes, para actuar libremente, no con una orden de partido. Yo creía que era legítimo que en una materia tan trascendental como un tema constitucional no debía haber órdenes de partido, sino que debería haber convicción ciudadana de lo que uno va a aprobar o rechazar. Estuve en contra de la decisión del partido y varios de nosotros estuvimos muy críticos de la directiva por la postura que se tomó (N. de la R.: se decidió respaldar el Apruebo), avizoramos que eso iba a traer una consecuencia que iba a profundizar la crisis interna del partido, que ya había comenzado anteriormente. Por desgracia, una importante cantidad de personas muy valiosas se fue del partido. Unos se incorporaron a Amarillos, otros crearon Demócratas, pero estoy convencido de que todos ellos, y yo he hablado mucho con ellos, todos te dicen "yo soy demócrata cristiano". La Democracia Cristiana está en un proceso de crisis muy compleja, muy difícil. Si nos equivocamos, puede ser que el proyecto termine en una defunción final. Voy a seguir siendo democratacristiano hasta cuando me lleven al cementerio. Porque creo que es un proyecto vigente y un buen aporte para Chile. Siempre tengo la esperanza de que volvamos a reencontrarnos.

-¿El gobierno debería tener prescindencia absoluta o debería ser claro en determinado momento cuando llegue el momento de decir si está a favor o en contra?

-El gobierno está encajonado. No puede tener una actitud activa, como la vez pasada, debe ser más prudente. Pero el efecto político respecto al Gobierno se va a producir de todas maneras pase lo que pase. Si pierde el plebiscito y no hay Constitución, sería derrotado por el ala más extrema de la derecha; y si gana, tampoco va a ser positivo para él.

-Oiga, es bonita su cocina, ¿le falta "cocina" a la política?

-La política se hace, por algo que se llama "Parlamento". No para parlotear, sino para conversar, para intercambiar ideas. La política es la esencia misma de la negociación. ¿Dónde voy yo? Aquí en Chile hay muchos que hablan en contra de la cocina y cocinan todos los días. Lo que están haciendo ahora en el Consejo es una conversación y muy bien hecha. Hay en ese sentido una cocina permanente tratando de llegar a tener el mejor plato, y lo mismo sucede en el Parlamento, permanentemente. Y entre el Gobierno y el Parlamento. Si a mí me dicen "cocinen", les digo "cocinen, pero con transparencia". Lo único que les recomiendo es que las negociaciones no se hacen en la plaza pública, porque en el momento en que tú empiezas a hacerlo, hay gente interesada en tirarte piedras para que no resulte.

"En Chile hay muchos que hablan en contra de la cocina y cocinan todos los días. Lo que están haciendo ahora en el Consejo es una conversación y muy bien hecha. Hay una cocina permanente tratando de llegar a tener el mejor plato".

"Si a mí me dicen 'cocinen', les digo 'cocinen, pero con transparencia'. Lo único que les recomiendo es que las negociaciones no se hacen en la plaza pública, porque hay gente interesada en tirarte piedras para que no resulte".

Columna

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A cuatro años del octubre chileno

¿Cómo comprender lo sucedido en las semanas que siguieron al 18 de octubre del 2019, cuyos efectos persisten hasta hoy, transcurridos ya cuatro años de aquel día? La feroz violencia en las calles y su rápida ritualización carnavalesca no debe impedirnos el esfuerzo por entender la revuelta social que experimentó el país la primavera del 2019. Un modo de hacer este ejercicio de comprensión es volver sobre aquello que fue dicho durante esos dramáticos días. Volver sobre las razones de quienes buscaron explicar la revuelta como también de quienes participaron en ella.

La explicación predominante situó las manifestaciones en el contexto de una crisis de legitimidad de la versión chilena del capitalismo. Según esta explicación, desde hacía tiempo se venía incubando en la sociedad un malestar por la fractura entre las promesas de igualdad, reconocimiento y meritocracia, por un lado, y las experiencias cotidianas por el otro. Estas experiencias estaban cruzadas por los abusos, las dificultades económicas y los privilegios inmerecidos, defraudándose en la práctica aquellas promesas. El descontento que se expresaba en las calles era un síntoma de la decepción de expectativas institucionalmente generadas, erosionando así el compromiso de las personas con el capitalismo local.

Pero la frustración surge cuando percibimos que la brecha entre lo que somos y lo que aspiramos a ser parece insalvable. Es decir, la frustración requiere de individuos con agencia y con proyectos de vida. Precisamente, los treinta años estuvieron también marcados por la radical producción de individualidad en el país. La segmentación de los mercados en bienes y servicios personalizados, la expansión de la semántica de los derechos y el discurso meritocrático en la educación y el trabajo configuraron un espacio en que paradójicamente se profundizaba la autonomía individual y se amplificaba la frustración. Este escenario de profunda individuación e instituciones que no cumplían sus promesas sentó las bases para la radicalización de la protesta.

Quienes se involucraron en la revuelta tomaron como bandera esta frustración, ofreciendo un diagnóstico y un modelo para salir de la crisis, ambos articulados por tres elementos. En el diagnóstico, la mercantilización de bienes y servicios públicos como la educación y la salud hacían que la exclusión estuviera completamente integrada: quien no tiene dinero queda fuera de la educación o de la salud. En segundo lugar, hasta aquel 18 de octubre habitábamos en una sociedad que no había cambiado ni mejorado sustantivamente en tres décadas. Y tercero, las relaciones sociales jerárquicas promovían el abuso hacia los subordinados.

Junto con el diagnóstico, la revuelta ofreció un modelo alternativo. En lugar de la integración de la exclusión, la calle se transformó en un mosaico de identidades y demandas. La protesta era pura inclusión desintegrada. En contraposición a una sociedad inmovilizada, la protesta promovía un cambio profundo, sacudiendo al país de su letargo. Finalmente, frente a los abusos, la revuelta abría un futuro en que colectivamente resolveríamos los riesgos e incertidumbres de las personas.

Mirando atrás, resulta sorprendente que políticos e intelectuales se hayan tomado sin distancia crítica el modelo de legitimación ofrecido por la revuelta. Este modelo quedó plasmado en la composición, dinámica y especialmente en el contenido del proyecto constitucional que ofreció al país la Convención. Su estrepitoso fracaso el 4 de septiembre del 2022 fue reflejo de la poca resonancia y algo de hastío que ese modelo generó en la ciudadanía.