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El origen de Puerto Montt desde la

En esta oportunidad, compartimos la importancia y el significado de las gestiones realizadas por el padre Francisco Enrich SJ para construir el templo e inmueble más antiguo de Puerto Montt en solo un año (1872), de acuerdo al libro de 144 páginas titulado "Historia de la residencia y colegio incoado de la compañía de Jesús de Puerto Montt".
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A pesar de que había vivido un año como misionero en la primera residencia de los jesuitas (ver II parte) en 1860, el padre Francisco Enrich SJ (1817-1883), llegó a vivir a Puerto Montt cuando fue designado como superior de la comunidad jesuita en 1869, ejerciendo por 8 años. Él nació en Manresa, Cataluña y arribó a Chile en 1848, falleciendo en Concepción y dejando una huella tan profunda no solo como gestor, sino que como historiador gracias a su libro: "Historia Contemporánea de la Compañía de Jesús en la República de Chile", el que fue publicado en 1891.

A principios de 1863, los Jesuitas estaban a cargo de la vice parroquia de Puerto Montt y ocurrió un hecho importante: "Las circunstancias por este tiempo poco favorecían a los celosos misioneros. La villa carecía de iglesia, porque desde el año antecedente había sido declarada ruinosa y lo estaba en realidad, por haberse podrido las maderas en puntos importantes". Por otro lado, los tres jesuitas recibieron por la misma fecha, otros dos integrantes de su congregación y la actual Catedral tampoco se bendeciría hasta 1893.

Un elemento clave para entender la importancia y rapidez con que se construyó el templo San José fue la disputa por la propiedad y la autonomía de la misión jesuita respecto al obispo de Ancud: "Diez años hacía que estábamos en posesión de estos terrenos, pero sin título ninguno que nos garantizara su propiedad…" decía Enrich, ante lo cual la máxima autoridad eclesiástica de la Diócesis afirmaba que "…si la compañía quería adquirir el dominio sobre ella, debería reintegrar a la Comisaría de la Cruzada los $3.000, que del producto de las bulas, se habían invertido en ellas".

Según dedujo posteriormente en su relato el padre Enrich, tras las numerosas conferencias con el obispo de Ancud, habría temor de que él apareciera públicamente -como él mismo definía- como "jesuitista", lo que era peligroso por las desconfianzas que ellos generaban entre la elite santiaguina. Así los jesuitas locales deciden reenfocar su estrategia hacia las autoridades civiles: "Por lo mismo resolvió suplicar al señor intendente que nos hiciera directamente la donación a nosotros mismos, desde que le constaba que para la compañía había su antecesor cedido graciosamente estos terrenos. Y, en efecto se lo pidió, y con buen resultado, tan pronto como volvió a Puerto Montt".

Donación

El intendente Felipe Santiago del Solar -quien había sido diputado suplente por Llanquihue entre 1864 y 1867- no solo le donó el terreno ocupado sino que les entregó otro colindante aún mayor: "Su señoría no trepidó en darnos enseguida el título legal del sitio en que, calle de Rengifo por medio tenemos la Escuela, designándole 50 metros de fondo por 12 ½ m. de frente sobre la calle Curicó (actual Guillermo Gallardo) y, además, el que a continuación del mismo y de nuestra manzana en discordia sigue hacia el poniente, junto con el terreno intermedio que habría servido de calle a haberse prolongado la de Rengifo, lo que no puede hacerse por ser un cerro y muy pendiente su barranca. Este sitio tiene 82 ½ de frente por 70 m. de fondo".

Al parecer la rapidez con la que se emprendió la construcción y su inauguración forzada tras solo un año de trabajo, se habría debido a la necesidad de tener que evitar que el obispado de Ancud hiciera depender a los jesuitas de su autoridad: "El mismo intendente se comprometió por medio de una carta privada a extendernos el título de la calle intermedia entre nuestra casa y la escuela y también de la manzana en que habitamos, tan luego que diéramos principio a la iglesia de cualquier manera formal, más que fuese con la contrata con el maestro carpintero. Fijó este plazo por ser la Iglesia el motivo y fin para que nos había cedido ya verbalmente aquel trozo de calle, lo cual no habría permitido que se cercara a no haber intervenido un objeto tan piadoso y de utilidad pública como ésta. Difirió para el mismo plazo la donación de esta manzana, para tener una razón tan plausible como ésta para satisfacer al obispo en caso que pretendiera hacerle algún cargo por habernos hecho directamente la donación".

Hay que destacar la enorme capacidad de gestión del padre Francisco Enrich SJ, quien a pesar de no contar con la autorización de su propio provincial y tampoco del Obispo, decía que lo confundían ya que quienes "…debieran promover su construcción, son quienes la embarazan, mientras que personas extrañas y aún desconocidas hacen notables sacrificios para cooperar con ella".

Entre estos últimos, Enrich SJ destaca el aporte del Arzobispo de Colonia (Alemania) de 1869 así como de otro benefactor que dio un mayor aporte pero "…sin que hayamos podido averiguar quién sea este bienhechor insigne", aportes que en total sumaron $4.194 francos de la época (casi $3.000 pesos chilenos). Ante ello, "la gente de por acá nos instan para que comencemos cuanto antes la obra, ofreciéndose a pesar de su pobreza a cooperar con sus limosnas a ella.

Para los jesuitas alemanes de Puerto Montt, la construcción del templo San José, era una cuestión de supervivencia, ya que "…no sería de extrañar que su señoría ilustrísima a despecho de sus íntimas convicciones y cordiales sentimientos, no solo nos quitara la administración de la parroquia, sino también esta Casa, cediendo a las instancias que por ventura los indicados descontentos le hicieran".

Una vez que se les extendió el título de propiedad, aún ello no era garantía de supervivencia "…por la dificultad siquiera de sostenerse en un lugar tan pobre como éste y cuyos vecinos están acostumbrados más a recibir que a dar a sus ministros del altar", incluso refiere que "…los alemanes católicos, que actualmente serán cerca de 700 entre grandes y pequeños en esta provincia necesitan sacerdotes de su nación ¿y dónde los hallarán fuera de la Compañía?".

Finalmente se indica en el libro citado: "Feliz ha sido el año 1872 para la Residencia de Puerto Montt así en lo material como en lo espiritual. Los trabajos de nuestra iglesia, cuya primera piedra se había colocado el 25 de diciembre de año pasado de 1871, se han continuado con tanta actividad que ha podido bendecirse al cabo de un año a pesar de haberse tenido que dar un gran corte en el cerro para formar el plano del terreno en que se iba a edificar y de no tener acopiado ninguno de los materiales, ni haber en este naciente pueblo depósitos de donde poderse proveer".


perspectiva jesuita