La Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha advertido que el continente americano enfrenta una "crisis inminente" de rebrote de enfermedades que se daban por superadas, por el rezago en los servicios públicos de vacunación. Según el organismo, la pandemia agravó el rezago en las inmunizaciones de enfermedades como la poliomielitis, el sarampión o la difteria o meningitis, que podrían reaparecer en Latinoamérica. Históricamente, América ha liderado el control de enfermedades como la poliomielitis, el sarampión y el tétano. Pero en la última década se han registrado graves retrocesos, como una caída drástica en las tasas de cobertura de vacunación, un financiamiento inadecuado y la creciente reticencia de la población a vacunarse debido a la desinformación.

Es indudable que la pandemia exacerbó cada una de estas tendencias. Según la OPS, en 2021, más de 2,7 millones de niños menores de 1 año no recibieron todas las dosis de vacunas, por lo que quedaron susceptibles a esas enfermedades. De ahí que el organismo está trabajando con los gobiernos para recuperar las tasas de cobertura de vacunación.

Según la Unicef, con la pandemia, alrededor de 67 millones de niños se quedaron sin vacunas contra enfermedades que ya estaban controladas. También ha crecido la desconfianza en los programas de inmunización, como padres que rechazan la vacunación y movimientos que incluso usan redes sociales para oponerse a que se apliquen las vacunas, de los cuales hay singulares representantes a nivel criollo.

Chile cuenta desde hace décadas con un Programa Nacional de Inmunizaciones que ha permitido bajar la morbilidad y mortalidad de enfermedades inmunoprevenibles. Entre sus logros más destacados están la erradicación de la viruela, poliomielitis y eliminación del sarampión. Ese programa posee un enfoque integral y tiene como fin prevenir enfermedades, discapacidad y muertes secundarias a enfermedades inmunoprevenibles, a lo largo de todo el ciclo vital.

En estos días, los esfuerzos se han concentrado en incentivar a la población para ir a los centros a recibir las dosis que correspondan contra el covid y la influenza, recordando que pandemia no se ha retirado y que se acerca el invierno.

Si la revolución, conforme a la Real Academia Española de la Lengua, significa un cambio profundo, generalmente violento, de las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional, nadie podría desconocer que lo que comenzó a ocurrir en nuestro país a partir del 18 de octubre de 2019 calza perfectamente en el concepto.

La refundación, el nuevo pacto social, el cambio estructural de las bases de nuestra convivencia y la idea de la "hoja en blanco" no son más que expresiones, bastante prístinas por lo demás, del proceso revolucionario que trasunta todo el derrotero constitucional en curso. Es que sus promotores saben, hace bastante tiempo, que ahora son las leyes y no el fusil la mejor arma. Sobre todo si se trata de la más importante, aquella conforme a la cual deben adecuarse todas las demás.

Por eso el relato de la Asamblea Constituyente siempre caminó de la mano de la insurrección y fue profusamente publicitado para erigirlo en el inconsciente colectivo -engañosamente- como la única forma de solución a todos los males de la humanidad nacional, en una batalla cultural que de "batalla" no tuvo nada, ya que el relato logró imponerse rápidamente sin mayor cuestionamiento ni oposición comunicacional, ni social, ni menos aún política.

El establishment cayó en el juego, en gran medida porque estaban en entredicho tanto su propia existencia como sus intereses y privilegios. Primero, con la firma del "Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución" de 2019, que derivó en el vergonzoso desastre constituyente que todos conocimos y que terminó con un portazo en la cara del 62% de la ciudadanía.

Después, y a pesar de que el proceso había concluido, gracias al "Acuerdo por Chile" suscrito en 2022 desde el Partido Comunista hasta Chile Seguro, y que no es más que un revival del anterior, pero ahora más tutelado por los partidos políticos.

De esta forma, continuamos transitando lo que José Rodríguez Elizondo denominó en su libro la "vía constitucional a la revolución", donde identifica, entre las causas de lo sucedido en el año 2019, el agudo deterioro de la democracia, el debilitamiento de la moral de servicio público y la degradación de los partidos políticos.

¿Usted quiere realmente una revolución en Chile? Esa es la verdadera pregunta que debe hacerse al ir con su lápiz el próximo domingo a votar.

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