Ya durante la primera mitad del siglo XIX había una preocupación por la aceleración del ritmo de vida que imponía la modernidad. Existía antes, y más aún hoy, una gran ambivalencia relacionada con la aceleración del tiempo, celeridad que permite acortar los plazos para la realización de todo tipo de tareas, pero que genera una adicción a un producto social cuyo consumo crea efectos peligrosos, como son el estrés, la ansiedad y la precipitación.

"Más rápido, más de prisa" es el lema actual. Y es también la mayor desgracia de nuestro tiempo, la que nada deja madurar ya que al siguiente instante, lo previo se ha consumido y sólo quedan sus cenizas. Nadie, o casi nadie, se permite gozar ni sufrir, sino solamente matar el tiempo aceleradamente, saltando de una cosa a otra, de un trabajo a otro, de un mundo a otro mundo. El individuo post-moderno quiere ser un adelantado, quiere saber más, siempre más, para así colmar los deseos y pretensiones de una sociedad que lo quiere todo, y al instante.

Esta verdadera tormenta podría llegar a tener algún alcance positivo, pero la enorme presión social se interpone como un obstáculo prácticamente insalvable. El mundo globalizado se nutre perfectamente de acelerados ámbitos virtuales y digitales. Este arsenal digital se extiende desde el exterminio televisado de las nuevas guerras (Ucrania), hasta la virtualidad imaginada de películas de ciencia ficción o videos, con secuencias de imágenes rápidas y cambiantes que son fieles representantes de una sociedad dedicada al goce y al entretenimiento, que se divierte dando muestras de una inmensa superficialidad, incluso crueldad, y que busca afanosamente una administración del tiempo mal orientada.

Es una nueva forma de esclavización moderna que se manifiesta en la dictadura de la prisa y en la creencia de una dinámica de progreso ilimitado. Nietzsche lo expresa muy bien cuando manifiesta: "La carencia de tranquilidad lleva a nuestra civilización a una nueva barbarie" (Humano, demasiado humano). Los héroes y referentes actuales se equivocan constantemente porque se precipitan, porque en el fondo de su impaciencia son incapaces de ver el verdadero sentido de la experiencia del tiempo, o de los años, y toman siempre el camino del "cambio" acelerado a través acciones irreflexivas. Esta es la triste realidad que vive nuestro país en la actualidad.

Pero frente a la cultura del tiempo acelerado, existe también una cultura de la mirada tranquila, reflexiva, hacia el espacio que nos rodea; de la contemplación con calma, del pensamiento y la conversación. Frente al no ver del que no puede ver, aunque mira, existe la posibilidad de mirar pausadamente, para entender y luego actuar consecuentemente. Lejos de las grandes urbes, en algunos lugares del mundo rural, quizás, podrían darse esas oportunidades.

El director regional de Conaf, Miguel Ángel Leiva, aseguró que la Reserva Nacional Lago Palena no será afectada por el incendio forestal que se registró en esta zona desde el domingo pasado y que destruyó mucha vegetación y bosque nativo, en un sector impenetrable por tierra, por lo que el combate de las llamas fue centrado desde el aire.

Decir que la reserva no será afectada por el incendio parece algo aventurado y contrario a lo que han señalado las autoridades del nivel central, en el sentido de sancionar a quienes realicen estos siniestros, y el constante llamado a la prevención y el trabajo mancomunado con la comunidad. Justamente esa comunidad en la comuna de Palena y su alcalde Julio Delgado, son quienes han advertido que el fuego podría alcanzar la reserva.

Leiva ha señalado que el parque se encuentra a 20 kilómetros del incendio, pero resulta que los vecinos explicaron que la condición del viento el domingo 5 de febrero era del componente Este y que sólo en esa jornada el fuego destruyó más de 50 hectáreas.

Quiénes viven en esta zona, son conocedores del clima cordillerano, su comportamiento y variables, por lo que asegurar que un incendio en plena montaña no afectaría la Reserva Nacional Lago Palena, parece algo aventurado. Al final, 20, 10 ó 5 kilómetros, en este tipo de emergencias, más si es en la montaña donde los cambios de vientos son frecuentes, deben ser parte de la preocupación y la labor en su control, más que asegurar que la reserva no será afectada.

Tras la declaración de Santuario de la Naturaleza para más de 11 mil hectáreas del Valle de Cochamó, el consejero regional Roberto Soto solicitó al gobernador regional, Patricio Vallespín, encontrar un mecanismo que les otorgue mayores facultades y atribuciones, como Gobierno Regional para ir en resguardo de los santuarios naturales que actualmente existen en la Región de Los Lagos.

La petición realizada por Soto se enmarca dentro de la preocupación que existe, por parte de la autoridad, de entregar mayores responsabilidades a los servicios públicos, en cuanto al trabajo que se debería realizar para preservar el cuidado de santuarios, tan importantes como el de valle de Cochamó.

En este sentido, Soto explicó que el requerimiento a la autoridad regional tiene que ver con que exista un pronunciamiento de este territorio, no solo en materia declaratoria sino de administración de espacios de este tipo en Los Lagos.

Pero también, expone, bajo el argumento de los parques de esta zona del país cuentan con una cantidad relevantes de hectáreas.

De ahí que fundamente su solicitud de expresarle al nivel central que es necesario que en regiones exista una mayor participación presupuestaria en esta materia, sobre todo en el cuidado e instalación de señalética en estos lugares, así como en todo lo que tiene que ver con los parques en general.