Aunque periódicamente los vecinos de Pelluco salen de manera pública a manifestarse por la sensación de inseguridad que desde hace unos años se ha apoderado de un sector que combina su vocación residencial con la turística, se ha llegado ahora, según ellos mismos lamentan, a una situación cúlmine, producto de peligrosas carreras clandestinas (a pesar de que ya son un delito), ruidosas fiestas nocturnas que se extienden hasta las 10 de la mañana y, lo más inquietante, un abierto tráfico de droga que lentamente se ramifica por todo el espacio público. A tal nivel está llegando la alarma de los residentes que decidieron suscribir una carta pública, bajo el alero de la junta de vecinos, para testimoniar el progresivo deterioro en su calidad de vida y reclamar en contra del abandono que sienten de parte de las autoridades.

Si bien la compleja situación de inseguridad en Pelluco data ya de hace unos siete años, fue el levantamiento de las restricciones sanitarias el detonante de una explosión de incivilidades y delitos en el sector, en un escenario nacional de aumento de la delincuencia y de pérdida de la noción de autoridad, como lo describiera el propio Presidente Gabriel Boric esta semana (antes de que concediera el indulto a condenados por hechos vinculados al estallido social). Con reglas laxas, con una fuerza policial debilitada luego del estallido y con un aparato estatal que se mueve más lento de lo que se requiere, la zona de Pelluco se está transformando, tal cual lo describen sus propios vecinos, en una "tierra de nadie o pueblo sin ley", lo que exige medidas concretas de parte de la autoridad y no tantas mesas de trabajo ni diagnósticos.

Es injusto que los vecinos de Pelluco estén sometidos al arbitrio de personas que llegan a alterar el orden público o derechamente a cometer delitos. Por más que el sector sea un balneario, y que aquello signifique la masiva llegada de visitantes, lo mínimo que pueden exigir al municipio y al Gobierno es que se les garantice la recuperación de los espacios públicos y de este modo, la posibilidad de transitar con tranquilidad de día y de noche. Es lo básico.

Ya cerrando 2022 es muy común que se haga una síntesis o reflexión sobre el año que culmina, uno complejo para nuestra ciudad, pensando que de un día para otro volvimos a la presencialidad, la inseguridad se ha tomado las calles o, nuevamente, Deportes Puerto Montt estuvo a punto de subir a Primera División. Estos tres eventos dejan abierta la puerta a la reflexión, cosa cada vez menos vista en nuestra sociedad, y nos desafía a visualizar un 2023 que responda de una forma adecuada a los tiempos que vivimos, desde nuestra comunidad.

En primer lugar, la vida en la ciudad es tan relevante que el cuidado de ella debe ir desde lo exterior a lo interior, dando un trato adecuado a la nueva Costanera, velando por los pocos espacios públicos que tenemos en nuestros diversos sectores y haciendo nuestros los lugares de recreación y cultura. Para resguardar estos espacios, se hace necesario palpar una identidad propia de los puertomontinos, por medio de la recuperación de nuestros edificios y casas antiguas, el apoyo a las iniciativas que invitan a dirigirnos hacia una economía sostenible y sustentable, la valorización de espacios culturales como bibliotecas, librerías, cafés o bares de la zona, y por qué no decirlo, el apoyo irrestricto, en las buenas y en las malas, a Deportes Puerto Montt.

En segundo lugar, y asumiendo que estamos en tiempos de polarización y de cancelación, se hace urgente recuperar, desde la interioridad misma, la amistad cívica en nuestra sociedad, reconociendo que más allá de las diferencias, nos une una identidad sureña que durante mucho tiempo se unió por medio de mingas, encuentros en la cocina, la vida activa de los barrios y una vivencia constante de la fe.

Ciertamente, no es fácil proyectarse como ciudad en medio de la incertidumbre, más aún con pocas posibilidades de predecir lo que puede pasar, pero si de algo hay certeza es que Puerto Montt necesita puntos de encuentro, que permitan el diálogo, el refuerzo de la identidad, vibrar con los Hijos del Temporal, hacernos cargo de la vida cívica y proponer nuevas formas economía sustentable.

Quizás, la gran lección de este año es que no necesitamos refundar Puerto Montt, es prioritario recuperar lo que los antiguos puertomontinos vivieron y legaron, mujeres y hombres que dieron cara frente al temporal.

Juan Carlos Alvial, filósofo

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A pesar de los esfuerzos del sector público y privado en la capacitación de guías de turismo, en el rubro lamentan graves brechas. Desde la organización que agrupa a los guías lamentan la falta de políticas públicas que apunten a profesionalizar la actividad, puesto que hoy cualquier persona sin capacitación trabaja en turismo.