Navidad y solidaridad
Fechas como esta representan la oportunidad del reencuentro y esperanza por un mayor entendimiento. En el mundo occidental, la Navidad es quizás la festividad más indicada para que la solidaridad ilumine a la sociedad.
La Navidad es tiempo de celebración, de alegría, pero también de alto consumo. Las celebraciones de años anteriores se realizaron en condiciones especiales debido a la pandemia, por lo que tuvieron que extremarse los cuidados para evitar contagios. Sin embargo, en esta ocasión se ha recuperado una mayor normalidad, aunque debería ser la oportunidad propicia para el reencuentro familiar.
En las últimas décadas, la sociedad se ha encaminado hacia el consumo y parece que este año, pese a las limitaciones económicas por las fuertes alzas de precios, no fue la excepción. Es una realidad que no se puede desconocer. La actividad comercial tiene un fuerte movimiento en esta fecha y los negocios se prepararon con tiempo para incentivar las ventas navideñas y de fin de año.
No obstante, se sea creyente o no, conviene destacar el mensaje más profundo del cristianismo: amar al prójimo como a sí mismo. Esta Navidad debe ser una oportunidad para pensar en lo que cada uno es, en lo que se está haciendo y hacia dónde se encamina la vida personal, la de las familias y la relación con los demás. Debería ser tiempo de celebración, de solidaridad y de acogida a los demás, en especial de los más necesitados.
Pero hay momentos en que pareciera que cada oportunidad que se le presenta al ser humano para fomentar su individualismo y su egocentrismo, no pasa inadvertida. Parece que la espiritualidad se declara en retroceso. Si bien las familias se vieron inmersas en el ajetreo de las compras, ojalá que también sea un tiempo para dejarse llevar por los sentimientos de solidaridad, dejando fluir el afecto, cariño y comprensión con alguien que lo necesite.
Puede ser un momento de encuentro, de amistad, de compartir el dolor, de acompañar al desamparado, de entregar una palabra de aliento, sobre todo al que lo ha pasado mal durante esta pandemia, o aconsejar a quienes no han tomado el mejor camino. Después de tres años de dolor del país, es la oportunidad de esforzarse, sepultar la sospecha y la desconfianza, y ver en el otro a un igual que puede enriquecer la vida personal y comunitaria.