Desde inicios de 2021, los puertomontinos hemos dejado de ver el mar. Una malla raschel, instalada por las obras que se desarrollan para dotar a la capital de la Región de Los Lagos del Parque Costanera, interrumpe la visión hacia la bahía y sus islas.
Sabemos que esa intervención es vital para poder conectar la urbe con su paisaje marítimo, en el punto exacto donde nuestra geografía se desmembra en archipiélagos, fiordos y canales. El lugar de nuestro mapa nacional donde la depresión intermedia se inunda y Chile cambia.
Recuerdo que, de niño, los días soleados caminaba por la Costanera junto a mis padres, en lo que era un paseo familiar en un entorno de un cielo y mar azul, que contrastaba con el verde de los prados y el blanco de los senderos de conchilla que en ese entonces existían en nuestro borde costero. Una caminata sin preocupaciones, sin sensación de inseguridad. Sólo era disfrutar el escaso sol en estas latitudes, el afecto paternal y la vista del mar.
Los puertomontinos esperamos que la futura conexión con el mar no sea sólo arquitectónica y visual, sino que también estén dadas las condiciones para que los ciudadanos puedan hacer uso de ese espacio público sin riesgos ni preocupaciones. Que el mobiliario urbano del Parque Costanera no sufra los embates del vandalismo, que su belleza inaugural pueda mantenerse en el tiempo.
El llamado es a las autoridades y a la ciudadanía. A los primeros a generar condiciones que brinden seguridad a las familias que quieren recuperar con su presencia ese espacio, y a evitar la destrucción de las nuevas instalaciones que serán patrimonio de todos los puertomontinos y sus visitantes. Para los ciudadanos, el compromiso debe apuntar a evitar daños, rayados y a mantener limpio el lugar. Actos tan sencillos como utilizar los papeleros ya es una contribución.
Ya llevamos más de un año con la barrera visual de la malla raschel, y espero que al menos, durante algunos días de este esquivo verano sureño, podamos disfrutar en familia del Parque Costanera y su proyección hacia nuestra bahía de Puerto Montt. Que la fase de recepción administrativa y técnica, que tiene un plazo de 60 días, pueda ser acelerada y que finalmente las obras puedan ser utilizadas antes que la temporada estival concluya.
De esta manera, sumando además condiciones de seguridad adecuadas, de protección del espacio que eviten su deterioro y la instalación del comercio ambulante que prolifera en distintos puntos de la urbe, las familias puertomontinas podremos ser los protagonistas del día en que volveremos a ver el mar.
Luis Toledo Mora, periodista