Crisis económica y obcecación política
Llevamos varios meses con Imacec negativos y lo que está por venir podría ser peor, pues se proyecta que la caída económica se prolongará durante gran parte de 2023. Si bien nuestro país mantiene ciertas rigideces estructurales que no ayudan a impulsar el crecimiento en el largo plazo - como son los costos asociados a la contratación de trabajadores -, la actual ralentización de la economía debe explicarse más bien por motivos coyunturales y políticos, entre los cuales están:
Primero, el término del ciclo de inversión en minería y construcción, cuyos mayores efectos se vienen sintiendo desde principios de año. La reforma tributaria que el gobierno propone, agregará gravámenes adicionales a industrias que ya han ido perdiendo competitividad por los altos costos energéticos, entre otros. Soy un convencido que aumentos sustanciales en los impuestos no producen efectos positivos. Pareciera que hay un inmenso deseo de emular la desafortunada experiencia de naciones europeas que sobrecargaron al sector privado con impuestos, principalmente entre 1960 y 1980, y que luego tuvieron que echar marcha atrás para hacer crecer sus alicaídas economías. En nuestro caso, creo que estaríamos frente a una importante dosis de obcecación política si pensamos que con mayores tributos el país logrará crecer más. Lo que sí podría crecer substancialmente es el gasto fiscal, el que por regla general es ineficiente y frecuentemente mal "direccionado".
Segundo, la recuperación de la economía estadounidense ha sido lenta, aunque los costos de los combustibles han venido bajando lo cual representa un cierto alivio para el sector productivo. Sin embargo, en nuestro caso las continuas alzas en el costo de la energía y otros insumos impactaron negativamente al mercado nacional. El peso chileno estuvo sobrevaluado durante mucho tiempo, pero ahora con su fuerte depreciación y un dólar disparado, era predecible que íbamos a tener mayor inflación y menores niveles de consumo de bienes y servicios. La caída del gasto de los consumidores se viene produciendo desde inicios de este año, y aún no ha tocado fondo; el desempleo tampoco.
Tercero, el alto grado de incertidumbre que rodea las distintas reformas que se han anunciado, representa un impedimento para la inversión privada y el empleo. El hecho de intentar realizar muchos cambios profundos a la vez -a los tributos, las pensiones, la salud, los siempre controvertidos temas de género, y por cierto la Constitución -, produce un ambiente confrontacional permanente que cohíbe el accionar de los empresarios y de las personas. El nulo o negativo crecimiento que ha mantenido la economía chilena en los últimos meses se refleja también en una caída en la generación de diversos tipos de empleos, muchos de los cuales se crearon con gran dinamismo durante la administración del Presidente Sebastián Piñera.
Es difícil que esta situación se revierta en el corto o mediano plazo, pues la agenda política del gobierno -que ha tenido un efecto significativo en el ahondamiento de la crisis económica actual-, no aparenta querer emigrar hacia un derrotero más positivo. Desde un punto de vista macroeconómico, las altas tasas de interés del Banco Central están reduciendo la oferta de créditos comerciales y de consumo, lo cual podría comenzar a reducir el impacto de la inflación en el mediano plazo. Sin embargo, al bajar el gasto en consumo privado también se reduce el crecimiento económico asociado, y sigue estando presente el fantasma de la recesión.
Si el país continúa atravesado por un conjunto de reformas que producen todo tipo de resquemores, el termómetro de la economía continuará marcando una fiebre alta y preocupante.