Carolina Blanco: el trabajo como arma de lucha
Con un objetivo claro: la motivación de darle un mejor pasar a sus hijos, y sólo con 20 mil pesos, la venezolana Carolina Blanco se arriesgó llegando directo a trabajar a Puerto Montt, pero lo hizo desde Perú, donde debió dejarlos hasta establecerse bien en el país.
"Yo entré encargándome de un restorán chino, pero yo ya había hablado con ellos antes de comenzar, avisándoles que en cualquier momento me iba a independizar, porque a mí me gusta ser independiente, no contar con el sueldo mínimo porque uno tiene muchos gastos; el enviar plata para Venezuela y mis hijos que habían quedado en Perú, entonces no podía quedarme con ese sueldo en ese momento".
Fue por eso que desde el primer momento mandó a hacer tarjetas con su nombre y datos de los servicios de belleza que podía ofrecer, las que entregaba a quien entrara al restorán donde trabajaba. De esa forma logró poco a poco formar su propia clientela, a la que en primera instancia atendía en sus horarios libres, llegando a tener horario laboral de 7 de la mañana a pasada la medianoche, en algunas oportunidades.
"A los 7 meses estando con los chinos -donde además vivía- alquilé un apartamento porque mis hijos iban a venir, pero por cuestiones de papeles no pudieron venir y yo ya tenía ese apartamento alquilado, y bueno, me puse con una mesita y en mis días libres atendía", recuerda la emprendedora, quien también probó teniendo un salón de belleza en sociedad con sus antiguos jefes, pero que finalmente decidió continuar su camino sola.
"Mis clientas me preguntaban '¿comiste', porque sabían que yo pasaba todo el día trabajando, yo ni descansaba ni nada, lo que hacía era tomar café y fumar con ellas, porque me concentré tanto en trabajar que ni comía", confiesa esta madre de dos jóvenes y abuela de una pequeña.
La etapa más dura
Aunque Carolina ya tiene 4 años viviendo en la capital regional, recién en 2021 logró que sus hijos entraran al país. "Duré tres años sin mis hijos. Fue muy difícil, porque mi hija se vino embarazada, ellos entraron ilegales, porque por papeles no se podía. Mi hijo se perdió en el desierto, fue algo súper horrible, pero gracias a Dios no pasó a mayores, se encontró y ahorita mi hijo está estudiando, me lo aceptaron y eso que él tenía 18 años", cuenta la manicurista que con la llegada de sus retoños se dio el tiempo de conocer un poco más de la zona.
"Cuando llegaron mis hijos conocí el volcán. En tres años aquí, lo más lejos que conocí fue Angelmó, pero este año que ya han estado aquí conmigo, yo he estado más tranquila, más relajada, ya dejo más tiempo para salir, ya no trabajo tanto", asegura la esforzada mujer quien aspira a tener su propia casa en el mediano plazo.
"Yo creo que cuando uno tiene las ganas de trabajar, de surgir, de estar bien tú, tu familia, tus hijos, donde vayas lo vas a lograr, aunque también a mí se me hizo un poco más fácil, porque toda la clientela que he tenido, ha sido demasiado espectacular conmigo. Hay muchísimas a las que considero muy amigas. Por supuesto que todo al principio es un poquito fuerte, duro, no es fácil, pero no es imposible", dice Blanco, quien en estos días recibió su carnet temporario para el próximo año ya pedir la visa definitiva.