Uno de los productos que más se vende en estos días en que se aproximan las fiestas de Navidad y de Año Nuevo, son las guirnaldas navideñas. Son elementos que pese a su inofensiva apariencia, se convierten en un peligro real y concreto para la integridad de las personas y de sus bienes, cuando no se encuentran debidamente certificados ante un organismo autorizado.

Los expertos indican que existen varios elementos que permiten distinguir un producto certificado del que no lo es. Uno de los más evidentes es el grosor de cables y enchufes, ya que los no certificados son muy delgados y se cortan fácilmente. Esta característica es la que los hace peligrosos, pues es fácil que se recalienten y se incendien.

Otra forma de resguardo es verificar el etiquetado que generalmente está cerca del enchufe. Debe figurar el número de certificación y logo de la empresa que realizó las pruebas, que a su vez debe estar registrada ante la SEC. Esta misma certificación puede ser encontrada en la caja de los productos y se puede revisar antes de la compra.

La comunidad debe entender que en temas de seguridad no se puede priorizar el ahorro y comprar productos que no cumplan con la normativa. Lo primordial es adquirirlos en locales establecidos porque se encuentran certificados.

Los expertos sugieren también que los padres mantengan medidas de seguridad respecto de los juguetes que regalarán a sus hijos. Hay que leer las etiquetas para asegurarse que el juguete es adecuado para la edad del niño. Es recomendable que aquellos para bebés y niños en edad preescolar sean grandes, para que no se los puedan tragar y quedar atascados en su garganta. Asimismo, si va a obsequiar rodados, se plantea la necesidad de revisar las recomendaciones de uso del fabricante y asegurarse que venga con cinturones de seguridad y que su estructura no permita que se voltee. En el caso de las bicicletas, scooteres o patines a niños más grandes y en edad escolar, se recomienda también incluir el respectivo casco y, de ser necesario, el resto del equipo de seguridad, como muñequeras y rodilleras.

De las familias depende principalmente que las fiestas de fin de año permitan atesorar buenos recuerdos y no transformarse en tragedias.

Estamos en la víspera de la famosa temporada alta del turismo que, desgraciadamente, dura el par de meses iniciales de cada año. Quienes trabajamos en esta actividad esperaríamos que durante el resto del año hubiese otros períodos de "alta".

No me refiero a los fines de semana largos que celebran tanto en la zona central, pero que a nosotros casi no nos llegan, sino, por ejemplo, a la temporada de nieve que es tan importante para destinos turísticos como nuestra vecina Bariloche y que dura lo suficiente como para considerarla un segundo o tercer período de "alta".

Y esta próxima temporada veraniega se avizora tan buena como la recién pasada. El problema es el resto del año, cuando deben gastarse las utilidades veraniegas porque desaparecen los turistas.

Esta temporada se viene con algunas luces rojas. Hay zonas que están de moda, como Cochamó y la Cuenca del Lago Llanquihue, que congregan una gran cantidad de visitantes y las comunas se ven en aprietos para satisfacer la demanda que se concentra mucho más de lo conveniente, provocando problemas de abastecimiento, alojamiento y tránsito.

También debemos tener cuidado con la Carretera Austral y la famosa Ruta Bimodal que ya la temporada pasada sufrió los embates de la improvisación tanto en la previa al embarque en Hornopirén, en que mucha gente debió dormir en sus autos porque la cadena de transporte no funcionó y los visitantes no contemplaban ese gasto en alojamiento. Esta situación debe llamar la atención de las autoridades de Hornopirén, que debe promoverse aprovechando la demanda y dejar de ser "la puerta de entrada a la Patagonia", ya que es una zona con muchos recursos turísticos y con todos los atractivos que se encuentran más al sur. Hornopirén debe ser un tremendo destino turístico.

Los próximos meses seguramente serán complicados porque no se ha aumentado la capacidad de transbordadores. Así como los negocios de los cruceros se preparan con años de anticipación, debe disponerse de transbordadores con la debida anticipación. En el mercado existen usados, varios que están trabajando actualmente se han comprado en Grecia y también nuestros astilleros podrían haberlos fabricado con la debida anticipación. No se puede seguir improvisando.

Y si el argumento para no aumentar la capacidad de los transbordadores es que en el invierno van a sobrar, lo que hay que hacer es gastar en promoción y traer gente todo el año. Otros países lo hacen y el turismo es una actividad económica principal.

Jorge Tramón Guarda, director

de la Fundación Paralelo 41

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