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Los presidentes y sus terremotos

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Una lamentable tradición chilena establece que cada presidente ha de tener un terremoto. Lamentable, porque la desafortunada tradición se ha confirmado con siniestra precisión a lo largo de los años. Recordemos sólo los más recientes: Jorge Alessandri, 1960, Valdivia; Eduardo Frei Montalva, 1965, La Ligua; Salvador Allende, 1971, La Ligua; Augusto Pinochet (con mis disculpas, pero lo consideraré un presidente para efectos de este recuento), 1985, Algarrobo y gran parte de la zona central; Patricio Aylwin, 1993, Caldera; Eduardo Frei Ruiz-Tagle, 1997, Punitaqui; Ricardo Lagos, 2005, Iquique; Michelle Bachelet, 2010, desde la Región de Coquimbo hasta Los Ríos; Sebastián Piñera, 2012, Constitución; Michelle Bachelet, 2015, Coquimbo; Sebastián Piñera, 2020, Vallenar.

Afortunadamente, en la actualidad los movimientos telúricos provocan cada vez menos pérdidas humanas y materiales porque cada terremoto, junto con sus desgracias, nos ha dejado enseñanzas que como país hemos sabido utilizar para hacernos más fuertes y resilientes.

Gracias a esa inteligencia colectiva, con un terremoto de una intensidad parecida o superior al de Chillán en 1938 o al de Valdivia en 1960, en 2010 se perdieron muchas menos vidas y la mayoría de ellas causadas por el devastador tsunami que siguió al terremoto. En 2010 las construcciones levantadas como obra humana fueron capaces de resistir casi indemnes la fuerza desatada de la naturaleza: habíamos aprendido de nuestro pasado.

Sismo político

¿Qué ocurrió ahora? Que el Presidente Gabriel Boric ya tuvo su terremoto. Sólo que el suyo no fue telúrico, porque no fueron las capas tectónicas de la placa de Nazca las que se comprimieron entre sí, sino que fue un sismo político. Y para él y para sus seguidores más cercanos fue un terremoto devastador.

Ocurrió el 4 de septiembre de este mismo año y ocasionó una gigantesca destrucción, no de edificios, sino de ilusiones. No fueron puentes o casas las que se derrumbaron, sino una visión de Chile y de su gente que al Presidente y a quienes lo acompañan se les vinieron irremediablemente abajo. Es probable que la sensación de destrucción que haya provocado ese terremoto político se haya visto incrementada para quienes la sufrieron porque, en su caso, era la primera vez que lo experimentaban.

Hasta ahora había sido una generación a la que parecía que todo se le daba bien, protagonistas, como eran, de una sucesión de victorias que a ellos seguramente les dejaban la impresión que el resto de los chilenos los veía con admiración.

Que los miraba con el mismo orgullo que padres, tíos o abuelos mirarían a sus vástagos escalando posiciones en el mundo de sus mayores. Después de ese ascenso vertiginoso, ¿puede extrañar que el más cercano amigo político del Presidente, aquel con quien seguramente comparte los pensamientos más íntimos, haya dicho en un momento de franqueza que ellos eran superiores a todas las generaciones precedentes? ¿O nos puede llamar la atención la pueril y simplona dureza de la ministra Antonia Orellana? Eso fue lo que derrumbó el terremoto político que ellos, todos ellos, sufrieron el 4 de septiembre.

Lo que cabe preguntarse ahora es si, como esos presidentes y presidenta del pasado, ¿el Presidente Boric y sus compañeros de ruta podrán sacar lecciones de la tragedia que han vivido?, si podrán, como esos otros presidentes y esos otros gobiernos, ¿ser capaces de dimensionar con objetividad la magnitud del daño para tomar las medidas consecuentes?

En su caso, asumir lo erróneo de muchas de sus visiones, despojarse de la arrogancia con que habían actuado hasta ese -para ellos- trágico día y asumir que fueron las chilenas y chilenos, esas personas que ellos llamaban "pueblo" y que creían representar, las que les mostraron su error.

En definitiva, la pregunta que hoy todos nos estamos haciendo es ¿será capaz el Presidente de constituir el equipo de gente experimentada y convencida de las tareas que se deben realizar, necesaria para emprender la tarea de reconstrucción?

Una reconstrucción que no es de Chile, sino de ellos mismos, de su visión del país, de lo que deben hacer para asumir con responsabilidad la tarea que se les ha encomendado. Si el Presidente no logra aprender de su terremoto, como aprendimos todas las chilenas y chilenos de los terremotos que hemos vivido, es posible que las "réplicas" del sismo del 4 de septiembre terminen por derrumbarlo todo… para ellos.