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¿Se joderá Chile?

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Hace una semana se jugó, en el Estadio Monumental de Santiago, el partido entre Colo Colo y Curicó Unido. Un cotejo importante porque, de ganar, Colo Colo se titularía campeón del fútbol profesional chileno, algo que no ocurre desde hace algunos años. Pero no ganó y los hinchas albos deberán esperar hasta el próximo domingo para ver si, esta vez, sí logran obtener su trigésima tercera estrella.

Hasta aquí una información interesante para la mayoría de las chilenas y chilenos que somos quienes nos identificamos con ese deporte y lo disfrutamos jugando o viéndolo jugar. Sin embargo, esa noticia se vio atropellada, ensuciada, por otra que la acompañó: durante el partido se llamó a los asistentes al espectáculo a realizar "reventones" al terminar el mismo. ¿Por qué? ¿Qué tiene que ver el deporte y su disfrute con actos violentos y delictivos? Nada, pero al terminar el partido grupos se trasladaron al Mall Florida Center cercano al estadio, intentaron vandalizarlo, levantaron una barricada en llamas y agredieron a carabineros que trataron de controlar esos actos.

El resultado final fue de veintidós personas detenidas, las que, al poco rato y como suele suceder, fueron despachadas a sus casas a prepararse para un nuevo ataque. Semanas antes, se jugó el llamado "clásico universitario", pero debió ser suspendido al minuto cinco, porque unos bárbaros agredieron brutalmente al arquero del equipo visitante (Universidad de Chile).

Y como corolario de la gravedad de la situación que se vive en nuestro país, también en estos días, un hincha del equipo de Rancagua, fue asesinado cuando regresaban a su ciudad después de haber ido a alentar al equipo de sus amores.

¿Qué está ocurriendo en nuestro país?

¿Porque hemos llegado a esta situación?

Lo que hace algunos años sólo eran excesos de pequeños grupos de espectadores del fútbol profesional, las llamadas "barras bravas", hoy es la norma: una violencia que rayan en el salvajismo y que ha clausurado la posibilidad de que ese deporte sea un espectáculo familiar como era antes.

Una violencia sobre la que se basa la posibilidad de invadir espectáculos musicales con "turbazos" previamente organizados, la misma que se practica cotidianamente los fines de semana en la llamada "zona cero" del centro de Santiago, la que tiene destruido el mobiliario público de nuestras ciudades y rayadas vilmente sus murallas. La que ha convertido una actividad cultural hermosa y popular como el festival "Mil tambores" de Valparaíso, en pretexto para el vandalismo y la incultura. Todo Chile, incluida nuestra ciudad, está envuelto en una ola de violencia y de delincuencia que parece incontenible. Porque lo mismo ocurre cada fin de semana en Pelluco o los sectores altos de Puerto Montt.

"Falta de civismo"

Se trata de una violencia íntimamente asociada y quizás provocada por una falta de civismo que se expresa también en actos que a algunos le parecen triviales, como el insulto fácil en la calle, copiar en los exámenes universitarios, conducir contra el tráfico o no pagar el pasaje de la locomoción pública.

Algunas personas de buena voluntad o quizás víctimas de la ceguera o fanatismo que a veces provocan los velos ideológicos, intentan explicar esos comportamientos como una justificada reacción a los abusos practicados por algunos empresarios, por un sistema que los "maltrató" o quizás a lo que, sin entrar en detalles, definen como la corrupción generalizada o el individualismo insolidario que estaría caracterizando a nuestra sociedad.

Pero se equivocan. Ni el país está hundido en la corrupción -aunque esta exista- ni todos los empresarios son abusivos, ni todo el sistema genera conductas agresivas, ni todos los chilenos son insolidarios. No: la incivilidad y el salvajismo que comienzan a dominar en el país no son la "justa" reacción de algunos ante la maldad de otros. Es la situación que se produce cuando el Estado renuncia a aplicar las normas y leyes que mantienen unida a nuestra sociedad y permiten que minúsculas minorías de vándalos, antisociales y delincuentes se apoderen de nuestras ciudades y de nuestras vidas.

Y el principal responsable de aplicar esas normas y leyes es el Gobierno. El actual y cualquier otro. Por eso al Gobierno, nuestro Gobierno, el que encabeza el Presidente (Gabriel) Boric, debemos decirle que ya basta. Que ya nos cansamos y que le exigimos que asuma su papel y nos proteja.

Carlos Ibáñez del Campo señaló alguna vez, que "en Chile, entre el estado de civilización y el de barbarie no hay más que una delgada capa de Carabineros".

¡Y a esa delgada capa, que es la encargada de darnos seguridad y protección, es la primera que debe tener el respaldo de nuestras autoridades y de la sociedad toda!!

Mario Vargas Llosa se preguntaba, en "Conversación en la Catedral", "¿cuándo se jodió el Perú?" y no tenía respuesta. Ojalá el gobierno nos oiga y actúe. Ojalá se dedique de una buena vez a contener la violencia y la incivilidad que comienza a apropiarse de nuestras calles. Para no quedarnos también sin respuesta cuándo, quizás en no mucho tiempo más, nos preguntemos ¿cuándo se jodió Chile?