La especie humana es mamífera. Dentro de la especie, hay un porcentaje que nace y muere mamando. Lo más incierto, es el lugar donde van a morir, cuestión que incluso es común con todo el resto que deja de mamar a los dos años. Hay ciertos mamíferos que cada cierto tiempo se ven acosados por el terror de que les quiten la casa y no tengan donde "caerse muertos". Otro grupo, ni siquiera piensa en la posibilidad de que le quiten su castillo o su palacio, y mucho menos en la muerte . Los castillos y los palacios son habitados por las monarquías locales, aunque no siempre los castillos son palacios y los palacios no necesariamente son castillos. En tanto, los ciudadanos comunes viven en casas susceptibles de ser arrebatadas por el comunismo internacional. Habitan los villas, o sea, son villanos, aunque nunca hay que descartar que los dueños de castillos o de palacios sean villanos encubiertos, variante peligrosa y en peligro de expansión. Pero lo común a la especie, es que todo el mundo se muere, ya sea en una casa, en un castillo o en un palacio, independiente de los años que haya mamado.
Esto se conecta con el tema de la propiedad. La prensa, al mencionar el Palacio de Gobierno, habla de "los inquilinos de palacio", dejando en claro que están algo así como en calidad de arrendatarios a plazo fijo, independiente de la "extracción social" de la que provenga el jefe de los inquilinos. Este último, terminado el "arriendo", deberá irse a la casa, lo mismo que sus acompañantes. Algunos no alcanzan a vivir en sus nuevos domicilios, porque salen de palacio sin darse cuenta de su condición de cadáveres.
A los partidos políticos, se les denomina "tienda", escalafón abiertamente inferior. Porque alude a una carpa, tipo scouts, instalada a campo abierto. El regreso del "inquilino" a habitar esa tienda, hace recordar la novela de José Donoso, titulada "donde van a morir los elefantes". Porque, al igual que en los castillos, casas y palacios, la gente se muere, y a veces "la tienda" no soporta los embates del tiempo ni la presencia de los camaleones, de manera que mueren los elefantes y las tiendas, juntos, pero separados.
En Chile hemos pasado por el sueño de la casa propia, el sueño de la parcela propia, pero no hemos indagado en el sueño ni del castillo ni del palacio propio. No obstante, la fascinación que ejerce sobre nosotros todo lo que tenga que ver , fundamentalmente con casas y palacios, ha hecho que se les haya homenajeado con los ejemplos más notables que la imaginación pueda ofrecer: nadie puede negar el alto valor simbólico que ofrecen la casa del perno y la pintura y el palacio del calzoncillo. Ambos negocios, ochenteros, no pudieron hacerle una finta al lugar donde mueren los mamíferos.