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Emotiva gala de danza reunirá a tres generaciones de bailarinas en el Teatro del Lago de Frutillar

CULTURA. Con espectáculo celebrarán 60 años de trayectoria de la maestra de danza Cristina Ortega. Bailarinas cuentan sus historias junto a la disciplina.
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Redacción

Tres generaciones de bailarinas puertomontinas, madres e hijas e incluso, una abuela y su nieta, unidas por el amor a la danza y que han pasado por las mismas aulas, bajo la dirección de la misma maestra, se aprestan a compartir escenario en el Teatro del Lago de Frutillar para conmemorar sesenta años de trayectoria de la Escuela de Ballet de Puerto Montt de Cristina Ortega.

Dominga Pavez Seguel, de cuatro años, y su abuela, Patricia Von Freeden, son parte del elenco que tendrá a más de 50 bailarinas en escena, además de invitados especiales que vienen desde el Instituto Alondra, de Bariloche o Santiago, como la Compañía de Karen Connolly, de Alicia Targarona o José Luis Tejo, además de la Compañía de Tango "Tramando", de Puerto Montt, del coreógrafo Felipe Almonacid.

Pero la parte central del espectáculo la protagonizan niñas, jóvenes y adultas, alumnas o ex alumnas de la escuela de la maestra de danza, Cristina Ortega Fierro.

"Más de la mitad de mi vida la he pasado en la escuela", cuenta Natalia Horn Hernández, kinesióloga, quien es parte del elenco de ex alumnas donde comparte tablas con su madre, Mabel Hernández, ingeniera informática, y también formada en la danza por la maestra Ortega.

Desde santiago

Con ellas están Marcela Hermosilla y su hija Valentina Alvarado Hermosilla, ambas ingenieras comerciales y quienes también egresaron de la escuela de ballet. Ahora, y pese a que Valentina vive en Santiago, donde trabaja, viaja cada fin de semana a Puerto Montt para poder estar en la gala.

"Es la primera vez que bailo como ex alumna", cuenta Valentina entusiasta, y aunque reconoce que es un enorme esfuerzo lo hace feliz y agradecida, asegura, del impacto que esta actividad ha tenido en su vida.

"El ballet marca mucho la personalidad, ser estructurada, organizada con los tiempos… Me encanta hacer muchas cosas. También es muy potente el autoconocimiento de tu cuerpo. Y la escuela es exigente, muy estricta en muchas cosas y eso ayuda mucho en la vida de estudiante, en el trabajo, en todo", agrega.

"Las chicas que están en ballet tienen tiempo para todo, se saben organizar, iba a ballet, hasta cuatro veces por semana… Y así y todo fue puntaje nacional en la PSU", recuerda Marcela de Valentina.

Respecto de su vuelta al ballet, recuerda que se reintegró después de 30 años, "desde que salí de cuarto no bailaba … pero como enseñanza de la escuela, siempre me he mantenido activa, me gusta caminar, salimos a trotar con mi marido, estaba en forma", explica Marcela, quien no oculta la emoción que significa para ellas estar en esa gala juntas y acompañando a su maestra.

No son las únicas, porque desde que se formó el grupo de "las grandes", muchas ex alumnas han descolgado sus zapatillas de ballet y han vuelto a usar las mallas para reunirse semana a semana a bailar.

Como Carola García, para quien el ballet partió por una instrucción médica, que buscaba corregir una situación puntual en los pies. Y en eso estuvo hasta como quinto o sexto básico, cuenta, pero después optó por otras actividades y solo retomó la danza cuando ya estaba en la universidad estudiando Derecho.

A la escuela volvió hace cinco años, cuando buscaba cupo para su hija Joaquina de solo dos años. "Quería algo que tuviéramos las dos y la empecé a llevar a pesar de que era muy chiquitita", afirma Carola, quien se muestra "muy agradecida de la escuela, del ballet, porque te enseña a plantarte de una manera distinta. Son herramientas que te sirven para la vida, la universidad o el trabajo", remarca.

"Llevo cinco años", reafirma Leonor Quijada García (7), quien mira sorprendida el ensayo del grupo de su madre. "Me gustó todo", afirma. Pero ella lo que más disfruta, además de "bailar, hacer giros", son los escenarios, "los trajes y terminar y que te den las flores".

Al igual que muchas de las ex alumnas, después de egresar del colegio, Natalia partió a la universidad a Santiago y en esa época "me mandaban los videos de las coreografías para que practicara allá y pudiera integrarme después a las galas", pero ya de regreso en Puerto Montt, es probablemente la alumna más experimentada de la escuela.

"Es algo muy especial, muy bonito", afirma su mamá, "un regalo", "al principio no le tome el peso a esto de compartir escenario con tu hija. No es común. Yo la veía bailando mucho más lindo, incluso pensé que tal vez como adolescente le podría incomodar, porque volví a bailar después de muchos años, apenas se dio la oportunidad en la escuela, pero nunca me lo hizo sentir así, al contrario. Vamos juntas a clases y sobre todo cuando nos presentamos, ahí está toda nuestra familia, mi marido, mi hijo, mis papás. Es un regalo para todos", reflexiona Mabel.

"Lo pasamos bien", agrega Natalia, "nos reímos mucho y se han ido sumando chicas que no tienen la misma formación, que partieron después y a veces les cuestan algunos pasos. Tratamos de ayudar y a veces se generan situaciones divertidas", cuenta.

Debut

"Taco y punta, y skip… las rondas", dice Dominga, para quien este será su debut en un escenario, como protagonista, porque a principios de año, estando de espectadora en el Teatro del Lago lloró porque quería estar adelante, recuerda Isi, su madre.

Ahora está feliz y emocionada porque va a bailar y muestra los pasos y los giros y recuerda las instrucciones, "correr, pero sin gritar", recalca. Su abuela partió un poco más tarde que ella, en primero básico, cuenta Patricia von Freeden, sicóloga, "llevadas por mi madre, quien nos inculcó a todas, a mis hijas, mi sobrina…", porque "ella siempre quiso bailar", pero probablemente en esos años en Puerto Montt no había muchas alternativas, reflexiona.

De hecho, las primeras clases las recuerda Patricia en alguna sala de la Inmaculada o del Instituto Alemán y hoy, "no puedes dimensionar lo emocionante e indescriptible que puede ser, con mi nieta, con la tía Cristina, un tremendo referente, no solo por el ballet, como persona, que deja una huella por lo que ha hecho, la forma en que se relaciona. Y lo que vamos a bailar, "Gracias a la Vida", "en el momento que implica, con el enorme esfuerzo que implica estar en el escenario del Teatro del Lago, tener ese privilegio y rodeada de personas tan importantes para nuestras existencias", resume Patricia.

"Al principio no le tome el peso a esto de compartir escenario con tu hija. No es común. Yo la veía bailando mucho más lindo"

Mabel Hernández, Ingeniera informática