Discriminación e inclusión son palabras que se han mantenido en las conversaciones sociales con fuerza en los últimos meses. Se habla en Chile de no dejar fuera del desarrollo comunitario a ninguna persona, independientemente de sus opciones de vida o las condiciones que ella tenga. Sin embargo, hay varias segregaciones silenciosas y cotidianas que pasan casi inadvertidas. Una de ellas es la que sufren las personas gordas. Más allá de las razones de salud para que el sobrepeso y la obesidad tengan asociadas comorbilidades preocupantes (diabetes, hipertensión, depresión) en la interacción cultural diaria, hombres y mujeres enfrentan violencia permanente por su apariencia física.

Según estudios efectuados por la sicóloga y doctora en sociología María Alejandra Energici, gran parte de quienes tienen cuerpos grandes son, con frecuencia, atacados con bullying desde temprana edad; reciben más insultos en las calles; se convierten en objeto de burla cuando realizan ejercicios; eligen profesiones con poca visibilidad; ganan menos; tienen menos oportunidades de ascensos laborales y viven más situaciones de pobreza multidimensional. Se les asocia, además, con conceptos como flojera, dejación, abandono de sí mismo; es decir, actitudes de las que serían "culpables".

Si se mira desde el género -indicó la especialista- las mujeres gordas tienden a esconderse bajo atuendos que las cubren por completo. Además, en los sectores socioeconómicos más acomodados la penalización a sus integrantes gordas es todavía mayor. Hay mucho miedo a esa condición, dice. La especialista añade que estas realidades no se dimensionan adecuadamente. Aunque existe una tendencia a la inclusión de imágenes en el modelaje y los medios de comunicación, la agresión casi subterránea se mantiene y juega en contra. Inhibe. Segrega.

La temática es atingente. Y quizás se deba mirar esta realidad con otros ojos para comprender y tomar decisiones ante la baja eficacia de campañas por actividad física y alimentación saludable; las cuales debieran basarse primero en el respeto transversal. Especialmente las dirigidas a menores de edad.

Puerto Montt es la ciudad más linda de Chile. Se lo escuché una vez a Gastón Krauss y lo hice mío. Demos un paseo y podremos mirar nuestra costanera rota ahora, pero en unos meses nos deleitaremos por el camino a Pelluco que es precioso y, curiosamente, lo hemos cuidado. Vamos a Caleta La Arena y lo pasaremos de maravilla, podremos detenernos en varios lugares y demorar unos días si incursionamos hacia el mar o la montaña, sin perdernos el Parque Alerce Andino muy bien cuidado por mi amigo Pepe y su Conaf, para llegar finalmente al límite comunal. Cascadas, estuario, loberías, empanadas.

Lo invito a lago Chapo. Pasaremos por Chamiza y su río donde se puede pescar, podremos pasar por la Granja TierraViva, espectacular emprendimiento familiar, donde los más pequeños podrán ver animales de granja, el río Chico y un pequeño museo de historia natural.

Para los grandes hay zona de picnic, una excelente cafetería y un vivero de plantas de todo tipo. Luego de pasar por Correntoso y Río Blanco, llegaremos a un cambiado lago Chapo.

Sus aguas altas recuerdan los tiempos sin la vapuleada, pero necesaria central hidroeléctrica. Se puede contratar una lancha y navegar. Con Carlos Soto, cuando estábamos en la muni, soñábamos con abrir la Ruta Lago Chapo desde Puerto Montt y llegar a lago Puelo, Argentina, vía Puelo y Llanada Grande. ¡Cuánta pesca deportiva estamos perdiendo por ser negligentes!

Y si vamos hacia Calbuco por la costa veremos los lugares más tradicionales: Angelmó, que siempre es lindo, aunque lo pelen por caro, Chinquihue, Panitao, Ilque, cruzar a Maillen, comer curanto y ver los corrales de pesca, gran variedad de aves y los famosos conchales.

También tenemos Monteverde, nuestra abandonada octava maravilla del mundo, el río Maullín, donde se puede navegar en kayak, y tomar cerveza artesanal en Las Quemas.

Al centro no lo invito porque aún no lo recuperamos para turistear y es complicado caminar, pero se puede comer muy bien aprovechando algunas picadas en calle Rancagua. Tampoco hay que perderse el Diego Rivera con exposiciones siempre interesantes y una mirada nostálgica del terremoto del 60. También podemos subir a los alrededores del edificio del Gobierno Regional y observar la Avenida Seminario antes que nuevos y poco imaginativos ensanches, en nombre del progreso, demuelan las pocas casas patrimoniales que tenemos.

Conozca Puerto Montt, quiera a Puerto Montt, vale la pena.

Jorge Tramón Guarda, empresario turístico

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