Rechazar y aprobar para reformar
El apellido a las opciones del plebiscito de salida se repite y el esfuerzo ahora está puesto en presentar cuál será el punto de partida para las modificaciones y las garantías que ofrecen. Lo que está meridianamente claro es que en cualquier escenario, tras el 4 de septiembre se hablará de reformas. Ese será el concepto predominante y el detalle de estos deberá consensuarse.
En los últimos días -y a propósito de la franja televisiva- ha tomado fuerza el apellido para las opciones del plebiscito de salida del próximo 4 de septiembre. Ya existe prácticamente un consenso que en caso de ganar el Apruebo se deberán definir algunos cambios, el proyecto es perfectible como lo dijeron los en su momento convencionales y que a poco andar fue aceptado por el Gobierno, que en este momento impulsa acuerdos para aplicar pos referéndum.
Es el mismo predicamento que hoy tienen sectores conservadores y la centroderecha. Conscientes que no se puede vulnerar la voluntad ciudadana que en un 80% votaron por una nueva constitución, ya apuran reformas en las leyes para propiciar cambios en la actual carta magna. El principal reducir el quorum para las modificaciones constitucionales de 2/3 a 4/7.
Ahora la discusión es cuál es el mejor punto de partida, porque el plebiscito permite elegir sobre aprobar o rechazar el proyecto constitucional entregado por los convencionales. Si gana el Apruebo, lo que se sugiere es incluir cambios a lo entregado y de allí que se estén reuniendo los miembros del oficialismo para generar los acuerdos que sean necesarios.
Pero la convicción es clara en el sentido que el Apruebo es el mejor punto de inicio. A juicio de ellos están garantizados todos los derechos fundamentales y los temas en controversia tienen fácil resolución.
"Tenemos una estructura armada, solo faltan los detalles", se ha escuchado a un amplio sector que propone aprobar para reformar.
Desde la otra vereda aseguran que el nuevo texto tiene articulados que no son convenientes para el desarrollo del país. No lo ven como un tema de maquillaje y están dispuestos a aplicar los cambios que espera la ciudadanía pero sobre otra base, que en este caso no es otra que la de 1980 con las reformas aplicadas en 2006.
Por ello, sectores antiguamente intransigentes a cambios constitucionales hoy se abren y aprueban rebajar los quorum y abrirse a los cambios manifestados por la mayoría de la población. Lo que está meridianamente claro es que en cualquier escenario, tras el 4 de septiembre se hablará de reformas. Ese será el concepto predominante y el detalle de estos tendrá que verse con la altura de mira que apunte al desarrollo armónico del país y a avanzar sobre la unidad como base del desarrollo nacional.