Violencia en la macrozona sur
El ataque en Lumaco, con la muerte de un trabajador, debiera ser razón suficiente ya para la acción decidida del Estado. No es posible que un amplio segmento de la población tenga que vivir permanentemente atemorizada por grupos violentistas.
De a poco pareciera que la violencia ha ido copando los espacios en el país. Si hasta hace algún tiempo era algo ocasional que a todos asombraba y que se condenaba por igual, conscientes de la peligrosa espiral que implica la falta de tolerancia en las relaciones sociales y políticas, hoy se ha normalizado a tal punto que prácticamente no hay día sin episodios de violencia en alguna calle de Santiago o de atentados de diversa magnitud en la denominada macrozona sur.
Lo ocurrido ayer en Lumaco, Región de La Araucanía, con la muerte del trabajador Segundo Catril Neculqueo, es de la máxima gravedad y debiera ser ya la razón suficiente para que los actores políticos coincidan en que el país no puede seguir soportando tal nivel de violencia, menos los habitantes de las comunas rurales de la provincia de Arauco y de La Araucanía. Allí llevan demasiado tiempo sometidos al arbitrio de pequeños grupos radicales que arrogándose la causa mapuche, pretenden por la fuerza impulsar cambios que se deben dibujar en la arena política; y tambien de bandas organizadas que han aprovechado el abandono del Estado en esos territorios para prácticas criminales vinculadas al robo de madera y el narcotráfico.
Enfrentar la violencia requiere coraje de parte del mundo político, en particular de quienes están hoy en el Gobierno. Ellos tienen la obligación de garantizar la seguridad de la población usando precisamente las herramientas que proporciona el Estado de Derecho, sin ambages ni medias tintas. Un carril es el diálogo con quienes quieren dialogar, pero también enfrentar con decisión a los grupos radicales que mantienen secuestrada a una parte importante de la población, inocente y que sólo desea recuperar la tranquilidad perdida.
Este es el momento para actuar. No hacerlo significará no sólo perpetuar la triste cadena de acontecimientos que azota a la macrozona sur, con el riesgo evidente de su extensión hacia otros territrios, sino que acelerar una vorágine que irá creciendo por la inacción que ha demostrado el Estado por tantos años.