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¿Somos o no somos?

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Hardy Knittel

Me había propuesto volver en esta columna a hablar de nuestra región y de sus problemas, y voy a intentar cumplir con mi propósito (por lo menos en parte). No voy a hablar de la contingencia, pero sí me voy a referir a la Constitución que en este mismo momento se está elaborando en Santiago.

Resulta inevitable hacerlo, pues el texto que allí se elabore nos va a afectar a todos, a nortinos y sureños, a izquierdistas y derechistas y a los "mestizos" de diferentes combinaciones. Esto es, a todas las chilenas y chilenos que habitamos esta policromática geografía humana que es la, hasta hoy, República de Chile.

Comienzo por la primera línea del primer artículo aprobado por el pleno de la Convención: "Chile es un Estado regional, plurinacional e intercultural…" y me detengo en lo de "plurinacional". Plurinacional significa muchas o por lo menos más de una nación. Y me pregunto ¿existe más de una nación dentro de Chile? ¿O en lo que, otra vez hasta ahora, conocemos como Chile?

El diccionario de la Real Academia Española define "nación", en su primera acepción, como "conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo goXbierno." Y eso es lo que ha sido siempre la nación chilena, aquella que abarca a todas las chilenas y chilenos, cualesquiera sea su origen "étnico". Es cierto que una tercera acepción habla de "conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común".

Es posible que en Chile existan personas que se sientan identificadas con esa definición. Yo mismo podría hacerlo: soy de origen alemán (mestizo, naturalmente), hablo un poco y con dificultades ese idioma y trato de mantener en mi casa, como en muchas de las casas puertomontinas, costumbres heredadas de nuestros ancestros.

Pero eso no significa que los germanos descendientes, como los croata-descendientes (como el Presidente Gabriel Boric) o los anglo-descendientes (como el Presidente Patricio Aylwin) conciban o hayan concebido alguna vez la aspiración de convertirse en una nación diferente de la nación chilena, es decir, aquella que ha conformado un sólo Estado (aquel que en este momento está elaborando su nueva Constitución) y que es regida por un sólo gobierno elegido popularmente.

Pero claro, todos sabemos que esa frase de la nueva Constitución está dedicada a los pueblos originarios y supone que existen, dentro de Chile, una "nación" mapuche, una "nación" yagan, una "nación" changa y así hasta, posiblemente en el futuro, una "nación" afrodescendiente, aunque ellos no sean originarios. Es decir, se asocia a la idea de nación una connotación étnica racial. Un argumento muy peligroso.

Pero esas naciones "étnicas" no existen en Chile. Si nos atenemos a la primera acepción del concepto "nación": mapuche, yaganes, changos, rapa nui y afrodescendientes son tan integrantes de la nación chilena como los germanos descendientes, los hispanos descendientes, los sirios descendientes, los judíos descendientes y todos los descendientes de alguien, que en conjunto somos "habitantes de un país regido por un mismo gobierno". Si se tratara de la tercera acepción, con la excepción de la rapa nui, el resto de los pueblos originarios, cuyos exponentes se encuentran repartidos por el territorio nacional, sólo en una proporción indeterminada, pero muy pequeña se comunican entre sí mediante su lengua originaria (y no se conoce la lengua changa, colla, o cualquiera que haya sido la lengua de sus ancestros).

Es verdad que existe un esfuerzo genuino por recuperar y hablar en escuelas el mapudungun, como, asimismo, supimos días atrás del fallecimiento de la última mujer yagana que hablaba su idioma. Pero no obstante lo anterior, ya está dicho, todos conservamos tradiciones, religiones, creencias y aún supersticiones derivadas de nuestras familias o de nuestros ancestros, pero ellas no nos separan ni nos hacen diferentes de nuestros connacionales chilenos, al grado de pretender, por ello, constituir una nación aparte.

Una "FANTASÍA"

En realidad, pretender que en Chile existe una pluralidad de naciones étnicamente diferenciadas es una fantasía, una expresión de deseo fundada en una pretensión ideológica antes que en la evidencia etnohistórica y/o genética. Es suponer un país que no existe.

Y lo que se oculta detrás de esa fantasía es la pretensión de que las etnias, cualesquiera que sean, expresan un espíritu, una cualidad intrínseca, diferente al resto de la sociedad chilena, con toda la herencia común construida en casi 500 años de mestizaje. Es ni más ni menos que el discurso del nazismo alemán, que afirmaba que el "espíritu", la calidad de mi "nación", de mi etnia o raza, es superior al de otras naciones.

¡No somos una pluralidad de naciones, somos una nación plural!

Una nación formada por seres humanos de distintas proveniencias étnicas, que nos hemos mezclado y convivido por siglos. Y si un sector en particular ha sufrido abusos de parte del Estado (no de parte suya, querido lector,) es justo que el Estado las repare: todos deberíamos impulsar leyes en esa dirección.

Lo que no tiene sentido es que todas las chilenas y chilenos paguemos con una Constitución de fantasía para "eliminar por escrito" esos abusos del pasado. Las chilenas y chilenos nos merecemos una buena Constitución. Una que nos garantice igualdad ante la ley, igualdad de oportunidades, un buen trato en lo jurídico, en lo social, igualdad para beneficiarnos de las políticas públicas.

No queremos una que -sustentada en un nuevo tipo de discriminación- establezca privilegios de unos sobre otros.

Y me refiero, cuando se están aprobando en la Convención Constitucional, a normas que buscan establecer el "pluralismo jurídico", como también establecer "Autonomías Territoriales Indígenas".

Porque puedo afirmar con muchísima convicción que uno de los problemas más graves de Chile no es de tipo racial, sino que profundamente de carácter social.

Precisamente por lo anterior, el esfuerzo supremo de una nueva Carta Magna debe tener como grandes virtudes la voluntad de vivir en la solidaridad, la libertad y la diversidad.

Una Constitución que a la interrogante de si somos o no somos chilenos, conteste sin vacilar: sí, somos chilenos y solamente chilenos y chilenas.