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acudir con los niños a los parques, como el luis ebel, que abre entre las 14 y las 20 horas, es una de las recomendaciones de las psicólogas.

significado un estrés adicional para los menores, puesto que si bien hubo casos cuya adaptación fue fácil, a otros, en cambio, les costó mucho más.

Pero también, apunta Birke, implicó un estancamiento al desarrollo socioemocional de algunos menores, situación que, en todo caso, se puede recuperar, pero en un proceso que demorará un tiempo en cumplirse.

"Situaciones complejas"

En este punto, Marcela Gallardo, directora regional Fundación Integra, recuerda que las familias se vieron enfrentadas a diversas situaciones complejas, como cesantía, duelos y enfermedades, entre otras; las que afectaron a los niños y niñas, provocando alteraciones a nivel conductual, emocional y en sus rutinas.

Con estas preocupaciones, comenta, los adultos no siempre tuvieron el tiempo para cubrir necesidades emocionales, sociales o cognitivas de los menores, quienes son inquietos por naturaleza, siempre con ganas de jugar y explorar el mundo que los rodea, pero que también estaban más irritables y con menos paciencia.

Al regresar a la atención presencial en los jardines infantiles, "hemos podido notar que están más dependientes de los adultos, ya que en el confinamiento compartieron mayoritariamente con ellos, por lo que les ha costado relacionarse e integrarse con sus pares".

En el ámbito del lenguaje también se observa un retraso; a los menores hay que hablarles constantemente y responder en forma permanente a sus iniciativas comunicativas, además de ofrecerles un ambiente propicio para desarrollar esta área, lo que probablemente no se priorizó en las familias que tenían otras preocupaciones a consecuencia de la pandemia.

Aporte desde la Educación Parvularia

Gallardo explica que en Integra "implementamos un Plan Educativo a Distancia, enviando actividades para que las familias las desarrollaran con los menores durante el tiempo que permanecieron en sus hogares. Esto permitió un mayor involucramiento de las familias en el proceso de aprendizaje y compartir más tiempo con ellos".

Además, comenta que el retorno a las actividades presenciales implicó un gran desafío para los equipos, que han estado trabajando en la contención emocional de los niños y niñas a través del acompañamiento, visibilizándolos como protagonistas con características, necesidades y requerimientos particulares, estando atentos y dispuestos a escucharlos y atender lo que quieren contar.

Junto con ello, detalla que se han desarrollado experiencias pedagógicas que consideran a los menores en tiempos de pandemia y los espacios necesarios para expresarse de acuerdo a sus necesidades, todo esto a través del juego, que es una actividad natural de ellos, mediante la cual se expresan, comunican y aprenden.

"Sin que nada hubiese pasado"

Para la doctora en Psicología, Paulina Torres, la gran pregunta que hay que formularse es si es que se puede volver al colegio o al jardín sin que nada hubiese pasado…

Esto, porque, según dice, la mayoría de los padres y las instituciones pretenden que el menor se adapte al entorno lo mejor posible. Además, recuerda que durante este período de pandemia, el rol educativo se les transfirió a los padres.

Aunque, dice, generalmente fue la mamá la que inventó juegos, contó historias o le brindó experiencias sensoriales a sus hijos.

Es por ello que ahora, de cara al retorna a clases, recomienda, por ejemplo, formularle consultas a los niños en esta fase previa. "Por ejemplo, qué sentiste cuando fuimos a la plaza y viste a otros niños o qué te gustaría hacer... porque hay muchos niños a los que les cuesta tener puesta la mascarilla o se asustan cuando ven a sus pares o a los docentes con ellas puesta".

Es por ello que insiste en que no es posible pretender que el retorno a los colegios, jardines o a ciclo menor, sea como si no hubiera pasado nada, como si el niño y a sus padres, no les hubiera ocurrido nada, porque tampoco sabemos si los padres perdieron el trabajo o a algún familiar.

Otro aspecto en el que coloca el acento, es en la brecha digital versus la emocional. "Lo tecnológico llegó para quedarse y es una herramienta fundamental que será parte del crecimiento de los niños en todas las áreas", remarca.

Sin embargo, recuerda que hay niños que el área tecnológica la usaban de forma lúdica, para jugar y no como método de aprendizaje.

Entonces, al producirse este cambio, de pasar a utilizar estos instrumentos para la parte académica, se creó en niños que tenían una fascinación grande por lo digital, una angustia emocional.

"Hay una brecha digital versus la emocional, por lo que cada colegio debiera también tantear, dentro de sus protocolos, cuánto afectó la visión de lo emocional, de apagar la cámara, de que a veces se paraban, se dirigían al baño y no volvían y quedaba puesta o no veían a la miss... El recreo virtual lo crearon un año después de la pandemia y no es lo mismo jugar a pillarse en el computador, que en la vida real".

De lo anterior, plantea nace otro aspecto al que llama a colocar atención, como lo es la desigualdad, en el entendido de no todos tuvieron la oportunidad de acceder a una educación (online) porque no tenían los medios para implementarla.

En todo este escenario, apunta que en el caso de los menores que estuvieron conectados, a la vez pudieron permanecieron súper aislados a nivel psicomotor, de lenguaje y de la función ejecutiva o socioemocional.

Aquí, reconoce que la falta de proximidad emocional es "súper notoria en los niños. Costó que se aproximaran a otro sin sentir que existe un factor de riesgo... Hay muchos aislados, que llaman a su mamá o que llevan su juguete y no lo prestan porque hay que colocarle alcohol gel" .

"Hay vacunas, pero hay una que debiera llamarse educacional emocional, porque es lo que viene para los niños pos pandemia", reflexiona.

Además, coloca el acento en que se tiene que considerar que este proceso debe contar con medidas o protocolos que entiendan que este distanciamiento social, la falta de encuentros y el que no existió ningún tipo de contactos, implica que estén más expuesto a demorarse un poco más que lo que sucedía con los menores antes de la pandemia. "Tiene que existir un grado de flexibilidad para igualar a los niños que no han ido al colegio, a clases presenciales, con los que sí asistieron en último trimestre".

Para Paulina Torres, el mensaje es que la idea no sea que los niños entren a clases en marzo, sino que "se quieran quedar en ellas. Que quieran asistir al colegio. No podemos pretender que no hubiese pasado nada en todos estos años… el tiempo es factor importante para sientan confianza".