Calidad del debate político
Es imperioso que en el lenguaje político predomine la serenidad y la templanza, más que las pasiones. Las autoridades deberían ser las primeras en dar el ejemplo a la hora de sostener los debates, más aún en tiempos de campaña electoral.
En el último tiempo se ha visto que el debate de ideas fundamentadas que deberían tener quienes ejercen cargos de representación popular se ha ido reemplazando por una guerrilla verbal y por acciones que no enaltecen a quienes han sido elegidos o designados para impulsar el avance del país. Los medios de comunicación han destacado algunos hechos que ponen en duda el respeto con que deben tratarse las autoridades, los personajes públicos, los candidatos a cargos de representación popular, y especialmente los parlamentarios y dirigentes políticos. Y sobre todo, la consideración que se debe tener con quienes están investidos de la autoridad. El estallido social acentuó esas diferencias, con andanadas de diatribas. En tanto, el Congreso, que debería ser el centro de los debates de ideas, ha dado paso durante el último tiempo a acciones propias de un show de la farándula, donde predomina la chabacanería.
La campaña política con motivo de las elecciones presidenciales, parlamentarias y de consejeros regionales ha acentuado esas diferencias. Los espacios dados por los medios de comunicación y además en las redes sociales, se han convertido en campo de batalla para cualquier tema. La descalificación mutua no le hace bien al país, que ve que esta guerrilla verbal y proselitista se sigue imponiendo como la forma de hacer política.
La necesidad de cuidar y respetar el lenguaje y la forma de actuar es una urgencia y prioridad de manera permanente. Es peligroso seguir dividiendo a la sociedad y continuar deteriorando las relaciones humanas. La ciudadanía espera de sus representantes soluciones a sus problemas y no la ya inconducente guerrilla verbal.
Hay que considerar que todas las autoridades, los entes públicos y los partidos políticos son sometidos continuamente a evaluación. De allí surge la necesidad de estar atentos para detectar las necesidades de la población y contribuir a atender las demandas ciudadanas, más que pensar en sacar provecho de esos cargos que, bien es sabido, ha llevado al ya conocido descrédito de la clase política.