Después de un año y cinco meses en que la pandemia azotó con fuerza al país, tensionando al máximo la red asistencial de cada una de las regiones, pareciera que al fin el virus está dando un respiro, habida cuenta de la evidente disminución de nuevos contagios y de casos activos a lo largo del territorio. Es más, en la Región de Los Lagos, donde en un momento las cuarentenas comunales restringieron en extremo la vida de las personas, a fin de reducir las posibilidades de diseminación del covid-19, se llegó este mes a la inédita marca de 12 jornadas con menos de 100 hospitalizados por día, una muestra muy auspiciosa de un escenario positivo, pero que, como han advertido las autoridades, no da para bajar la guardia.

Para llegar a este actual estado sanitario ha sido determinante tanto la sostenida vacunación de la población (excepto el reducido, altisonante e insensato grupo de los anticavacuna), como la mantención de las conductas ciudadanas en torno a las normas de autocuidado (excepto también por esa pequeña bandada que cree que puede ir de bravo por la vida sin grandes consecuencias). Ha de reconocerse que la búsqueda internacional de vacunas por parte del Gobierno y la delicada logística para comenzar su internación cuando eran un bien preciado en todo el orbe, han permitido disminuir los contagios y, por tanto, salvar vidas gracias al alivio que está experimentando la red asistencial.

No obstante, hay nubarrones en el horizonte que no se pueden eludir. La masificación de la variante delta en los países europeos puede ser un predictor de lo que ocurra en el país si no se siguen tomando las cautelas necesarias, más aún si se considera que se ha abierto la puerta para realizar festejos dieciocheros en el mes de septiembre en aquellas comunas que estén gozando de las libertades de las fases 3 y 4 del plan Paso a Paso.

El comportamiento de la población durante Fiestas Patrias será decisivo para que la baja de casos de covid continúe su curva de descenso frente a una variante que se sabe presenta altos niveles de contagiosidad. En caso contrario, se correrá el riesgo de retroceder lo avanzado. Y ahí, el grupo de los no vacunados es el que se expondrá a sí mismo y al resto a los mayores riesgos.

Tal como hemos visto en diversos medios de comunicación durante los últimos días, el caos climático ya es una realidad: incendios, olas de calor, inundaciones y sequías, además del lapidario informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), que señala que ya se han causado impactos que serán irreversibles durante siglos o milenios. La conclusión es clara: el calentamiento global actual es atribuible totalmente a los humanos y nuestras acciones todavía pueden determinar el curso futuro del clima.

El informe, clave para los gobiernos y para la actualización de las políticas ambientales de cada país, ha tenido impacto local, impulsando al gobernador de Los Lagos, Patricio Vallespín, a declarar estado de alerta climática y ambiental en la región.

En este escenario, la conservación de los ecosistemas patagónicos es de vital importancia. La Ruta de los Parques de la Patagonia, a través de sus 17 parques nacionales, almacena casi tres veces más carbono por hectárea que Amazonía, según un análisis de National Geographic Society. Promover la conservación para impedir la degradación de los distintos ecosistemas posibilita el sostenimiento de procesos naturales, como lo son la mantención de la biodiversidad, el aprovisionamiento de agua y el almacenamiento de carbono.

Estas áreas protegidas representan un verdadero pulmón verde que contrasta con la realidad que enfrentan a diario los bosques por el cambio de uso del suelo, lo que no sólo limita el almacenamiento de carbono a largo plazo, sino que también implica emisiones de carbono por deforestación. Además, con la disminución de las precipitaciones y el aumento de las temperaturas se genera un impacto sobre el almacenamiento de nieve, afectando las formaciones de altura como matorrales y bosques caducifolios. Estas condiciones hacen que estos bosques sean más vulnerables a los incendios, transformándose en un gran riesgo para todas las formas de vida asociadas, incluida la nuestra.

En este contexto es necesario adaptar rápidamente nuestras políticas públicas e institucionalidad, así como el comportamiento de la empresa privada y la influencia de las universidades para promover los avances tecnológicos en materia de conservación y así en conjunto, lograr reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y asegurar nuestro bienestar futuro.

Ingrid Espinoza León, directora de

Conservación de Tompkins Conservation Chile

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