
"Yo junté unas piedritas del cementerio"
Extracto del libro "La otra guerra". Por Leila Guerriero
La familia Folch supo del fin de la guerra por televisión, y del regreso de los soldados porque se corrió la voz.
-Dijeron que volvía ese regimiento -dice Carmen-. Así que la llamé a Ana y le dije: "Ya están acá".
-Fuimos con mi marido, mis hijos, mi papá, mi mamá -dice Ana-. Íbamos haciendo planes para hacer un asado. Llegamos. Empezamos a preguntar por mi hermano. Gritábamos: "¡Folch, Folch!" Pero no nos decían nada. Hasta que se acercó un mayor y dijo: "No lo busque. Él murió en Malvinas".
-Él siempre venía en el colectivo 190 y bajaba en la esquina -dice Raquel-. Por años esperé verlo bajar. Después pensé que por ahí estaba herido o había perdido la memoria.
-Yo estuve esperándolo muchos años -dice Ana-. Una vez un señor vino a mi casa. Me dijo: "Vengo buscando a la familia Folch". Yo enseguida le dije: "¿Qué, mi hermano está vivo?" Y me dice: "No, queremos poner un recordatorio." Pero de todos los presidentes que pasaron, jamás se acercó nadie a decir algo.
-Se los llevaron, los dejaron allá tirados, y como si no hubiese pasado nada -dice Raquel.
En algún momento, los vecinos hicieron gestiones para que la calle llevara el nombre del caído, y a ellas les pareció bien. En 1999, su padre murió por una úlcera perforada. En 2003, un soldado que las había buscado durante décadas las encontró y, por él, supieron que su hermano había fallecido el 14 de junio en un bombardeo. Ese año, Ana viajó a Malvinas en uno de los viajes organizados por Eurnekian, escribió el nombre de Andrés en una piedra y la dejó sobre una lápida cualquiera. Y en 2013 Raquel recibió un llamado.
-Eran de derechos humanos para ver si quería hacer el ADN. Me puse contenta, les dije que sí enseguida. Pero no les había preguntado a ellas.
-Nosotros no estamos en la Comisión pero dijimos que no -dice Ana-. Porque se decía que iban a traer los cuerpos al continente.
-¿De dónde salía esa información?
-No sé. Pero se decía. Yo llamé a los veintidós familiares que habían ido conmigo a Malvinas y les dije que no dieran la muestra, que el plan era traerlos al continente.
-Yo fui la primera que dije no -dice Carmen-. Pero unos años después vi en la tele al señor que explicaba cómo habían hecho el trabajo, que mostraba cómo los habían puesto en las tumbas, y les dije a ellas: "Esto es algo serio, tenemos que dar la muestra." Así que fuimos.
-Fuimos las tres juntas -dice Ana-. Y después nos llamaron para la notificación. Yo sabía que podía ser que estuviera o que no. Pero estaba.
-Yo no paraba de llorar -dice Raquel-. Carmen y yo fuimos al viaje que se hizo en marzo de 2018. Yo veía todo ese campo, que no había nada de nada. Lo que sufrió, lo que habrá sufrido. Todo montaña. No hay animales, no hay árboles. ¿Dónde se iban a esconder esos chicos? Yo junté unas piedritas del cementerio. Pero los ingleses me sacaron todo cundo volvía.
-Pero sabiendo que el cuerpo está ahí ya nos sacamos todas las dudas que teníamos -dice Carmen.
-Para mí es igual de triste -dice Raquel-. Fue un chico tan bueno, tan sano. No fue fácil su infancia, y tuvo que haber ido a sufrir tanto tiempo en la guerra y haberse quedado allá. Una guerra inútil. Me acuerdo que Galtieri hizo ese acto en el obelisco. Mi hermano estaba en la guerra y yo veía la calle llena de gente con las banderas. En los noticieros todo era: "No es nada la guerra, vamos ganando."