Con el paso de los años se ha visto que el debate de ideas fundamentadas que deberían tener quienes ejercen cargos de representación popular, se han ido reemplazando por una guerrilla verbal y por acciones que no enaltecen a quienes han sido elegidos o designados para impulsar el avance del país. En un año electoral, se han acentuado las diferencias, con andanadas de diatribas.

Pero hay más señales preocupantes. Los espacios dados por los medios de comunicación -y mayormente por las redes sociales- se han convertido en campo de batalla, lo que se profundiza más cuando se desatan comentarios injuriosos. Muchas veces, políticos y convencionales tienen que salir luego a excusarse por lo que han dicho. La descalificación mutua no le hace bien al país, que ve que la guerra de trincheras se sigue imponiendo como forma de hacer política. Hay un deterioro en la forma de comunicación, en especial de los políticos, llamados a dar el ejemplo.

No se trata de pretender una regulación, sino de apelar a que el diálogo y -mejor aún- la conversación, sea respetuosa, democrática, con argumentos técnicos y con ánimo de escuchar, de ponerse en el lugar del otro. La necesidad de cuidar y respetar el lenguaje y la forma de actuar es una urgencia y prioridad de manera permanente. Una vez más, es necesario insistir en que no es bueno seguir dividiendo a la sociedad y continuar deteriorando las relaciones humanas. La ciudadanía espera de sus representantes soluciones a sus problemas y no la guerrilla verbal.

Hay que considerar que las autoridades, los entes públicos y los partidos son sometidos siempre a evaluación. De allí surge la necesidad de estar atentos para detectar las necesidades de la población y contribuir a atender las demandas ciudadanas, más que pensar en sacar provecho de esos cargos que, bien es sabido, ha llevado al ya conocido descrédito de la clase política. El resentimiento contra las élites es evidente y surge en cada conversación.

Para construir el futuro se debe tener presente que la legitimidad es clave. La autoridad está vestida de honorabilidad, pero no basta decirlo, sino que debe ser real. Cuando eso no sucede, la legitimidad retrocede, el terreno cambia y pasa a ser material fecundo para los populismos.

Ala hora de formular nuestros deseos y anhelos más profundos, una buena parte de la humanidad ciertamente señalará que la paz es uno de los bienes más deseados. Todos queremos vivir en paz; nos tortura la sola idea de una guerra o nos produce una gran angustia pensar que nuestra familia, nuestro país y nuestro entorno se pueda ver amenazado o golpeado por la violencia. Así, la paz es algo a lo que todos aspiran.

Con todo, lo que constatamos a diario es que la paz no siempre está en nuestras relaciones interpersonales o hay grandes grupos de personas, incluso naciones enteras, que se encuentran sumidos en la violencia, en pugnas a veces fratricidas o en conflictos interminables que evolucionan de violencia en violencia. Incluso hoy en nuestro país, algunos sectores, con extrema superficialidad, reivindican la violencia como forma legítima de presión social o para generar cambios considerados importantes en la sociedad o para resolver nuestros problemas. ¿Por qué cuesta tanto vivir en paz o construir la paz?

La violencia es en definitiva un acto de imposición. Puede haber violencia física, pero también verbal y psicológica. Al final de cuentas, quien apuesta por la violencia apuesta por la superioridad de unos contra otros, superioridad del poder que logra agredir o someter. La violencia engendra violencia, porque hiere, agrede y aplasta. La violencia se basa en la negación de la igual dignidad entre los seres humanos, pues a quienes se agrede, se les considera distintos, objetos de desprecio y maltrato. ¿Se puede construir así una sociedad mejor?

La paz, por el contrario, no es simplemente ausencia de conflicto o agresión. Es una construcción desde los valores del reconocimiento de la dignidad de toda persona humana, sin distinción alguna de color, raza, religión, opción política o cualquier otra definición u opción de vida. Por eso, hiere tanto a la conciencia del constructor de paz la utilización de la violencia tanto en la conservación de la paz como en la búsqueda de la justicia o de una sociedad más justa y equitativa.

La paz se construye desde las opciones de las personas que creen que se puede acoger como don para toda la humanidad. Ya Jesús de Nazaret le expresó a sus discípulos: "Les dejo la paz, les doy mi paz" (Jn 14,27) y San Francisco de Asís se tomó en serio la osadía de acoger este don en su opción de vida y en sus mismas palabras: "Señor, haz de mí un instrumento de tu paz: donde haya odio, ponga yo amor".

Fernando Ramos Pérez, arzobispo de Puerto Montt

80 años | 1 de agosto de 1941

Vapor danés "Lotta" saldrá el siete del presente al sur

El vapor danés "Lotta", cuyo arribo a Puerto Montt se había anunciado para esta semana, se informa ahora que no llegará sino hasta la semana próxima. En efecto, saldrá del puerto de Lota, donde hace actualmente combustible, el 7 del presente mes. Este barco viene consignado al Servicio Marítimo de los Ferrocarriles del Estado.

20 años | 1 de agosto de 2001

Salmón y trucha: crecen los envíos y bajan precios

La fuerte caída en el precio del salmón en los principales mercados internacionales quedó confirmada con el nivel de envíos materializado durante el primer semestre. Las toneladas crecieron más de un 50 por ciento, mientras los retornos sólo un 9, según informó la Asociación de Productores de Salmón y Trucha.

10 años | 1 de agosto de 2011

Estudiantes de la región seguirán movilizados

Hoy deberían entrar a clases todos los establecimientos educacionales, tanto los municipales como los particulares subvencionados y pagados, pero las movilizaciones continúan para los que se encuentran en tomas y paros. Cerca de dos meses en toma llevan los ocho establecimientos que se encuentran movilizados, dos de ellos en paro.