Una encuesta del centro de estudios Espacio Público y la consultora Ipsos reveló que el 53% de la población nacional cree que la delincuencia es el problema más urgente que enfrenta el país, seguido del desempleo y las dificultades de acceso a la salud. El sondeo da cuenta de un problema transversal que en Puerto Montt, por ejemplo, se ha expresado esta semana con un robo a las oficinas de Starken y, en lo que se ha tornado costumbre, el decomiso de drogas por parte de la policía.

Si se realiza un seguimiento de las informaciones sobre delitos graves que se publican en los medios de comunicación, se llega a la conclusión de que muchos de estos son cometidos por reincidentes y sujetos que habían pasado por los tribunales, pero fueron dejados en libertad. El comercio es uno de los sectores del país más afectados por la delincuencia. Un delito se suma a otros y junto con afectar a locatarios en su patrimonio y su seguridad, también desalienta la inversión en ampliación de establecimientos. Con ello, además, se limita el crecimiento de las fuentes de empleo.

La delincuencia preocupa a los ciudadanos en general, y al comercio en particular, porque ven que, más allá del gobierno de turno, ésta no cede. Por ello, desde diversos sectores se hacen frecuentes llamados a las autoridades para que lo aborden de forma constante y persistente y no sólo en algunas épocas del año. Es evidente que se requiere de forma urgente una solución a nivel país, impulsada desde el poder central. En momentos en que Chile se encuentra inmerso en una campaña que llevará a las elecciones de Presidente y de parlamentarios en noviembre, las autoridades y los diversos sectores políticos deben hacerse cargo de este tema, asumiendo con especial responsabilidad que la delincuencia aflige y atemoriza a todas las personas, en sus casas, en sus barrios y en los comercios.

Hay que tomar en cuenta que muchas de las víctimas deciden no denunciar los ataques y robos que sufren, lo que es muy frecuente en el comercio minorista, porque estiman que no tendrán resultados, o porque lo consideran una pérdida de tiempo, de manera que al no haber registros oficiales sobre ellos, pasan a integrar lo que se conoce como las "cifras negras" de la delincuencia.

Siempre es un desafío dialogar con la élite intelectual o el mundo académico, pero a veces suele ser más complejo porque nos encontramos con un lenguaje oscuro, que parece ser más el dialecto de una tribu que de gente normal que vive en una sociedad con preocupaciones básicas más que elevadas.

No es menor agregar que la formación de los universitarios y profesionales debe estar en las manos de personas adecuadas, en cuanto a certificaciones y experiencias se refiere, mas en muchas ocasiones, cuando se sale del aula al espacio público, nuestros pensadores y académicos carecen de elementos pedagógicos y realistas para explicarle a cualquier mortal aquello que devela de forma exquisita en una sala de clases.

Es cada vez más común escuchar que las universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica se dedican a la investigación, sobre todo la aplicada y visible, ad hoc para los productivos y eficientes tiempos. Para ello, en algunos momentos se suele generar un grupo endogámico que rellena los formularios para ganar fondos, se escriben de modo difícil para salir victoriosos y replican lo investigado en términos casi ininteligibles para cualquier ciudadano de a pie y, peor aún, son publicados los resultados en revistas científicas (no siempre) que sólo leen los letrados y donde importa que se cite lo que intelectual o el académico ha dicho.

En otros frentes, las élites intelectuales o los académicos en sus clases conducen a explicaciones profundas y complejas que abundan en los saberes y las ciencias, pero que ni sus propios alumnos son capaces de entender, ni menos de explicar a quienes no están relacionados con sus campos de estudio.

Esta práctica proviene desde atávicos tiempos y variados debates se han dado través de la historia de las ideas.

No quiero ser mezquino con mis colegas, porque también yo soy parte del mundo universitario y la educación superior; empero, es relevante mencionar que tenemos un desafío no menor, que es poder conducir al amor del conocimiento y la sabiduría a nuestros educandos, estar en los espacios públicos explicando en términos simples, pero sin restar complejidad, a aquello que poco y nada sabemos para aportar a una sociedad mejor, para que así este viejo arte vaya quedando como una mera anécdota.

Juan Carlos Alvial, filósofo

80 años | 31 de julio de 1941

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10 años | 31 de julio de 2011

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